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jueves, 31 de mayo de 2012

SOBRE HÉROES Y GALLINAZOS



Se ha vuelto a poner sobre el tapete en todos los medios, el próximo e indignante proceso de investigación que la CIDH iniciará a los comandos de las Fuerzas Armadas que participaron en la exitosa operación de rescate ‘Chavín de Huántar’. Al respecto, sería justo y necesario que los medios de comunicación, cuya línea editorial se identifique con la ciudadanía  (no con la delincuencia)  desempolven aquellos indignantes y penosos archivos  (los que quizás, por nuestra salud emocional hubiese sido más sano olvidar)   que registran estos dolientes tiempos, puesto que hay un pequeño grupo de personas con cierto poder mediático, que se han empeñado en enredar la historia e invertir los papeles, presentando a los criminales como víctimas y a los justicieros como victimarios. Sobre todo, intentan calar en la mente de los jóvenes, quienes no vivieron en carne propia aquellos espantosos tiempos que marcaron con ríos de sangre y dolor nuestra reciente historia.

Uno de los puntos más perversos que parece estar pasando desapercibido, es que intentan hacer creer a los muchachos que, tanto Sendero Luminoso como el MRTA, fueron algo así como la guerrilla que triunfó en Cuba o como los bolcheviques en Rusia. Es necesario que se sepa que ni siquiera se les parecen. No fueron una guerrilla, fueron dos numerosas y bien organizadas bandas de criminales que cometieron los más cobardes, despiadados y sangrientos crímenes que se haya registrado en nuestra historia. Fueron dos bandas de maleantes que provocaron la muerte de más de treinta mil peruanos; que no respetaron a nadie, ni a niños ni a viejos ni a pobres ni a ricos… a nadie; que sólo les gustaba matar y destruir, que disfrutaban asesinando,  tanto cuando una de sus bombas detonaba en un centro comercial matando a decenas, como cuando ingresaban a un pueblo de la serranía y disparaban contra todo lo que se moviera. Si las esquirlas de sus bombas mataban a un niño rico en su cochecito o a un niño pobre jugando con cartoncitos… les daba lo mismo.

Estos grupos criminales que se hicieron llamar ‘subversivos’, no fueron en realidad subversivos. Subversión es rebeldía, es protesta contra un sistema; eso era lo que querían vender…  pero era mentira. Lo único que estas numerosas bandas de maleantes en verdad buscaban era satisfacer su sed de sangre, de muerte, de destrucción, para ellos significó la calma de su odio por todo y por todos. Decían defender a los pobres, y a quienes asesinaron en mayor número fue a campesinos pobres ¿Dónde está su causa justa?

A mi generación, la de los 80s, es decir, a los que durante esa década nos hicimos mayores de edad y empezamos a estudiar y trabajar… nadie nos podrá meter cuentos. Aquella generación nuestra fue marcada por la frustración y la desesperanza, todo por culpa del terrorismo. En aquellos tiempos, todos los días cerraban fábricas, comercios y todo tipo de empresas, cuyos dueños preferían rematar todo al precio que fuera y se largaban a buscar mejores horizontes dejando a miles de personas sin centro de trabajo. Fueron muchos los amigos nuestros de la infancia que, apenas pudieron, se largaron fuera del país porque aquí la cosa era inviable y cada día más difícil. Hubieron incluso algunos suicidios de quienes no resistieron la presión. ¿Exagero? No,  lamentablemente, no.  

Hay algunos pasajes de nuestra vida que sería preferible olvidar, tratar de no remover… pero hay otros cuyo olvido sería ingrato e injusto, porque ese olvido nos haría indiferentes con todos nuestros compatriotas que perdieron a sus seres queridos en esos tiempos de barbarie. No fueron pocas las historias que hemos escuchado de jóvenes y niños traumatizados que llegaron desde las alturas de la sierra a la ciudad desesperados en busca de trabajo y de una posibilidad de vida, que venían huyendo de sus pueblos donde habían visto con sus propios ojos como los terroristas asesinaron a sus padres, hermanos y hasta sus pocos animales, destrozándoles irreversiblemente su estructura emocional. Tampoco han sido pocas las personas que conocimos cuyos familiares murieron destrozados en pedazos por el estallido de alguna bomba. Es fácil hablar de reconciliación, piedad y olvido cuando las víctimas no han sido familiares o amigos nuestros… esos espantosos tiempos no deben volver jamás… jamás.

Por todo lo expuesto. Aun si hubiese sido el caso que, luego de que los comandos concluyeran la operación de rescate en la residencia del embajador del Japón, y los maleantes fueran reducidos, entró otro grupo armado y acabó con ellos… lo justo sería que todos sepamos quiénes fueron esos hombres, esos que fueron llamados ‘gallinazos’, pero no para reprocharles nada, sino para agradecerles, para rendirles un homenaje por haber reivindicado con sus armas  -no importa simbólicamente-  todo el rencor que, con justicia y razón, sentimos todos los ciudadanos que fuimos víctimas directas e indirectas de toda la insania de estos criminales.

MAURICIO ROZAS VALZ           

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