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jueves, 10 de mayo de 2012

ADIOSES


De pronto, algo o alguien nos informa que tenemos que partir, que tendremos que dejar el espacio que hasta ese momento ocupábamos. Otro nuevo nos espera, no sabemos precisamente cual, pero de que nos espera... nos espera. No sabemos si será igual, mejor o peor, pero a él nos dirigimos inexorablemente.


Dejamos atrás toda una historia que se suma a las decenas, cientos, o miles de historias (según nuestra edad) que dejamos atrás. Pero lo curioso es que nunca nos llegamos a acostumbrar, siempre nos produce el mismo temor y la misma pena: temor a lo desconocido y pena que anuncia lo que pronto se convertirá en nostalgia.


En el camino hacia nuestro nuevo espacio, nos encontraremos inevitablemente con un puente ligero, el cual está diseñado para soportar muy poco peso. Para cruzarlo sin contratiempos, tendremos que deshacernos necesariamente de muchas cosas: objetos, papeles, recuerdos, sueños, números telefónicos, olores, sabores, etc.


Llegados al fin a nuestro ya no tan misterioso destino, aparecen los nuevos inquilinos de nuestra vida, y poco a poco empiezan a ocupar sus respectivos espacios y a marcar su territorio. Y  también, por qué no decirlo, comienzan a prepararse desde ya para convertirse en recuerdos, saben igual que nosotros que pronto los dejaremos.


Mauricio Rozas Valz


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