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martes, 28 de mayo de 2013

LAMENTOS










     La primera noche que ella durmió conmigo sentí algo extraño. Cerca de las tres de la madrugada oí el lamento de un hombre en mi cuarto. A medida que pasaban los minutos, aquel lamento se convirtió en llanto, suave pero desgarrador. Me paré tratando de ubicarlo, cuando los ruidos de la calle empezaron.

     Quedé intrigado. La segunda noche, algo asustado, tomé una pastilla para descansar mejor, y no escuché nada. La siguiente noche no consideré necesario hacerlo. Nuevamente, cerca de las tres de la madrugada empezó el lamento, pero esta vez era otra voz, el llanto era diferente. Se trataba de otro hombre. Busqué en toda la casa, subí a la azotea y no logré ubicarlo. No le quise comentar nada para no asustarla. Ella era muy nerviosa, pero eran ya dos noches que no podía dormir y el asunto empezaba a molestarme.

     Durante tres noches más tuve que tomar pastillas para dormir, costumbre que nunca me gustó y que además muy poco necesité. La siguiente noche decidí no tomarla (llegué a pensar que estaba enloqueciendo). No obstante, a la misma hora empezó el maldito lamento, y esta vez era otra voz, distinta a las dos anteriores. No pude más y la desperté. Le pregunté si escuchaba aquel desgarrador llanto. Se incorporó, me miró extrañada y me dijo que no escuchaba nada, que yo estaba loco. Es más, me dijo que fuera a ver a un psiquiatra.

     El asunto había dejado de ser gracioso. Decidí no tomar más pastillas y durante una semana no pude dormir debido a los malditos lamentos de diferentes hombres, y ella durmiendo como muerta.

     Una noche decidí esperar para buscar detenidamente el origen de todo ese misterio. Efectivamente, llegaron las tres y empezó otra vez. Busqué bajo la cama, abrí las puertas del closet, del velador… y nada. Frustrado, decidí meterme a la cama y, al levantar las sábanas, el quejido se hizo más intenso. Empecé a temblar y fui acercando mi oreja a su cuerpo. El quejido se oía cada vez mas cercano, fui bajando hasta la altura del pubis y lo sentí como un grito en mi oreja. Desconcertado, le bajé su adorable calzoncito y el lamento se escuchaba como si el pobre hombre estuviera en la mismísima habitación. Ella se despertó. Se enfadó muchísimo, me dijo que era un pervertido, que si quería verla desnuda no tenía más que pedirlo.

     Triste descubrimiento: en su vagina penaban.

     Son ya la tres de la madrugada, y en algún lugar del planeta, algún pobre infeliz posiblemente esté escuchando mis lamentos, entre otros.


MAURICIO ROZAS VALZ

jueves, 16 de mayo de 2013

MORALISMO PESTILENTE













                                      
                                        Abstemio: Persona de carácter débil, que cede a la
                                                         tentación de negarse un placer.



En los últimos tiempos, se ha puesto de moda exigir en las campañas electorales la famosa prueba de ‘antidoping’; como si de una contienda deportiva se tratase. En el caso de las contiendas deportivas, se justifica plenamente este examen por obvias razones: una persona que consume determinado tipo de sustancias adquiere mayor resistencia y se pone en clara ventaja  sobre quien no lo hace. Pero en otras actividades, como la política  y otros oficios, la sola propuesta resulta totalmente invasiva con los fueros privados de las personas y contiene además un tufillo moralista bastante apestoso por decir lo menos.

Si seguimos dando cabida a propuestas tan restrictivas y puritanas, el siguiente paso podría ser,  poner como requisito para entrar en política o postular a un empleo: el ser abstemios, antitabaquistas y creyentes.  Esto, creo yo, es consecuencia de una reciente  -y meticulosamente diseñada-  estrategia de contraataque de algunas religiones, en su afán angustioso por recuperar su poder, basado en la privación y el enorme terreno perdido como consecuencia del despertar de la gente, gracias a la información en abundancia que ha traído al mundo el internet.

Hay en la mayor parte de abstemios y antitabaquistas, un odioso complejo de superioridad; unas ínfulas de quien está moralmente por encima de los demás; por encima de todo el resto de mortales pecadores, bebedores y fumadores. Hay en sus palabras, cierta piedad condescendiente para con los demás, un subyacente:  usted no debería ser así”… que se percibe en su contundente: ¡no bebo!¡No fumo! ¡Gracias! En tono pedante, ante el gentil ofrecimiento de un cigarrillo o de una copa.

Si bien, es indiscutiblemente cierto que, tanto el alcohol, como las drogas (legales e ilegales), provocan alteraciones en la conducta y distorsiones en la percepción de la realidad a quienes las consumen en exceso y son adictos a ellas, eso no debe implicar que podamos dar por sentado que ‘todas’ las personas que consumen tales sustancias, necesariamente lo hacen en exceso y sufren todas éstas alteraciones… no pues… no todos los organismos tienen la misma resistencia y capacidad de asimilación. Ejemplos para demostrar esto sobran en todo el mundo y en muchas disciplinas: en literatura, por ejemplo y sólo por nombrar unos pocos… tenemos a Edgar Allan Poe que fue alcohólico, a William Burroughs que fue heroinómano y a Louisa M. Alcott que fue adicta al opio… y ni qué decir de Tenessee Williams, que fue adicto al alcohol, los barbitúricos y las anfetaminas. Todos los anteriormente nombrados no fueron escritores del montón… fueron genialidades, y sin embargo, tenemos a otros ‘muy sanos’ infinitamente inferiores, como Rowling. En música tenemos a Jim Morrison o Jimi Hendrix… drogadictos ambos, e infinita y escandalosamente superiores a muchos otros que son muy sanos. 

En la historia política del mundo, también tenemos claros ejemplos: Winston Churchill, Charles De Gaulle y Francois Miterrand, fueron, entre otras cosas mucho más importantes… conocidos por su alcoholismo, a diferencia de otros, tan abstemios como despreciables, como Francisco Franco, Joseph Stalin y Adolph Hitler.

Con esto no quiero insinuar que el tener una adicción, ya sea al alcohol, al tabaco ó a alguna droga… hace ‘superior’, ‘mejor’ o más  capaz a una persona… no, no es así, no se trata de eso; sería totalmente absurdo. Lo que quiero expresar, es que no debemos permitir que se viole el derecho a la privacidad de las personas, y estas costumbres, ‘buenas o malas’, son parte de los fueros privados, del ejercicio de la libertad de las personas de hacer con sus vidas lo que les venga en gana, y son absolutamente irrelevantes para medir el intelecto, las capacidades profesionales, las habilidades artísticas y la solvencia moral. Pues las habilidades y capacidades se miden por diferentes métodos de evaluación, los que de ninguna manera deberían incluir exámenes toxicológicos, ya que son totalmente invasivos. 

Entendámonos, si eres abstemio y te desagrada el tabaco o lo que fuere; bien por ti y por tu salud, pero ten siempre claro que eso NO te hace mejor ni superior al resto.  En tanto el ejercicio de la libertad no perjudique en nada a terceros, lo que la gente haga con su vida no tendría por qué ser de dominio público, tampoco debería ser criticable y mucho menos condenable. Eso es moralismo puro, y el moralismo apesta siempre a inmoralidad soterrada.


MAURICIO ROZAS VALZ

lunes, 13 de mayo de 2013

EMPEZAR








Toda nueva etapa en nuestra vida es difícil, implica sentarse en una mesa y tratar de diseñar una estrategia, un plan con pasos específicos a seguir y una meta concreta que dibujamos en la mente con escenario y personajes incluidos.

En éste proceso, se van presentando siempre imprevistos, unas veces agradables, otras no tanto y otras totalmente desagradables; es allí donde sale a relucir nuestra imaginación, nuestra creatividad y capacidad de improvisación. Es en esos momentos donde descubrimos qué tan aguda es nuestra intuición, qué tan valientes somos y quiénes están con nosotros. A veces, nos invade la paranoia y acusamos a propios y extraños de estar en nuestra contra, cosa que en realidad casi nunca sucede; los demás están demasiado ocupados en sus propios asuntos que les faltaría tiempo para estar en contra nuestra. Superada esta especulación, actuamos en consecuencia. Algo o alguien  -que no somos específicamente nosotros-  nos da órdenes concretas que obedecemos espontáneamente y sin vacilar, y por lo general, si aún nuestra partida no está decretada por el destino, surge una mano providencial  -de no sabemos dónde-  y nos da el impulso anhelado que nos adapta a nuestra nueva etapa.

Es en toda ésta sucesión de hechos que transcurren entre etapa y etapa -y otros más largos dentro de cada etapa- en que se dan las escenas más significativas de la película que lleva nuestro nombre, y son todos esos sucesos que la hacen única e intensa, y a veces hasta maravillosa, digna quizá hasta de un premio que nos será entregado por los demás en ausencia llamado recuerdo.



MAURICIO ROZAS VALZ

viernes, 3 de mayo de 2013

MIEDOS







No tengo miedo a no volverte a ver,
tampoco a no más escucharte

No tengo miedo a que dudes,
tampoco a que no me quieras.

No tengo miedo al amor,
que si no duele no es tal.

No tengo miedo a mis miedos,
son ya mis viejos amigos,

Le temo a la sola idea,
de que éste dolor se acabe.

Si eso ocurriera ¡Qué pena!
será que el amor huyó
... y no puede retenerlo.

Si eso ocurriera ojalá
que en efecto…  no me quieras.

MAURICIO ROZAS VALZ