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lunes, 25 de junio de 2012

MARÍA LAURA



María Laura estudió en un colegio religioso para chicas de clase media. Era la menor de tres hermanos, siendo varones los dos primeros, llevándole seis años el primero y tres el segundo. Sus padres estaban formalmente casados; eran absolutamente conservadores y católicos a un extremo que colindaba con el fanatismo. Sus hermanos adoptaron sin mayor problema los hábitos y doctrinas de sus padres. María Laura, no… ella salió algo rebelde. Realmente no tanto, pero dadas la circunstancias y en comparación con sus dóciles y pusilánimes hermanos… Maríal Laura era una revolucionaria.

Al terminar la secundaria, María Laura quiso estudiar comunicaciones en alguna universidad pero sus padres se lo negaron y la matricularon arbitrariamente en una academia de secretariado, lo cual le causó una gran frustración y se prometió, sin comunicarlo a sus padres, que vería la forma de encontrar un empleo y dejar la academia. No tuvo mucha suerte y finalmente logró terminar de estudiar secretariado sin poder antes conseguir un empleo. No obstante, su decisión de trabajar y salir de casa seguía en pie y con su título de secretaria encontró un trabajo de secretaria en una línea aérea local.

Fue trabajando en esta línea aérea que conoció a Gabriel, quien era piloto de la aerolínea y le llevaba dieciséis años, y con quien empezaría el primer gran romance de su vida ya que, hasta entonces, sus padres y hermanos se habían encargado de ahuyentar a cuanto pretendiente osara acercase  a ella.

Sus padres no sabían nada, y el hecho que su oficina quedara en el aeropuerto y a hora y media de distancia de su casa, le permitía mentirles con su horario de llegada para poder encontrarse con Gabriel y vivir su romance donde las calles se lo permitieran.

El lugar elegido para sus encuentros románticos fue una de las playas de la costanera donde se parqueaban frente al mar en el viejo VW escarabajo de Gabriel y siempre a la misma hora (de 6 a 8 pm). Fue en una de esas salidas nocturnas del trabajo, y luego de algunos meses de relación y varios intentos fallidos de Gabriel, que María Laura tuvo su primera experiencia sexual, la que, aparte de dolorosa y traumática, fue también muy decepcionante para la sufrida María Laura.

Aquella noche, apenas llegó a casa, entro a la habitación de sus padres a saludarlos como de costumbre, e inmediatamente se dirigió a su habitación para desvestirse lo más rápido posible y tomar una ducha caliente por más de media hora. Al desvestirse, advirtió que sus bragas blancas y parte de su falda beige estaban manchadas con gotas de sangre. Inmediatamente las escondió en el fondo de uno de sus cajones de ropa.

Aquella experiencia fue tan decepcionante que, por varias semanas, no quiso ver a Gabriel y no podía sacar de su mente la mancha de sangre sobre el tapiz de badana marrón del viejo y sucio carro de Gabriel donde sucedió todo. El sentimiento de culpa y el sentirse sucia e indigna de respeto ocupaban sus pensamientos de forma obsesiva. Por más que siempre intentó rebelarse, aquella deformación religiosa y moralista con que fue criada desde pequeña había logrado enquistarse en lo más profundo de su subconsciente, y el hecho de haber perdido la virginidad sin antes haberse casado, afectó mucho su autoestima.

Pasado poco más de un mes, accedió nuevamente a encontrarse con Gabriel, quien a pesar de no entender por qué tanto problema por algo tan natural, pensó que culparse por todo y pedir disculpas a María Laura sería una forma inteligente de hacerle recobrar la confianza en él y continuar la relación como lo habían hecho hasta entonces.

Pasaron algunas semanas  y Gabriel logró convencer a María Laura de ir a una hostal para hacerlo de nuevo, esta vez con más delicadeza y sin apuro, no sin antes prometerle que se casaría con ella para que no se sienta mal. Le argumentó que, no habiendo ya nada que perder, sería interesante encontrarle el gusto a algo que por naturaleza era muy placentero y le prometió que esta vez sería más delicado y considerado con ella. María Laura aceptó, a regañadientes, pero aceptó.

Llegaron al hostal, y Gabriel pidió a María Laura que se recueste sobre la cama y se relaje, que le deje todo lo demás a él. Ella, sin hacer comentarios hizo lo que él le pidió. María Laura cerró los ojos y Gabriel la fue desvistiendo con calma y cuidado para que tome confianza, una vez que terminó de desnudarla, empezó a besarla por la boca, bajando por el cuello, los senos, el vientre y finalmente le introdujo su lengua abriéndole delicadamente las piernas para estar más cómodo.

María Laura, por primera vez experimentaba una sensación extremadamente placentera que hacía que su respiración se acelerase e incluso que le arranque algunos jadeos. Luego de unos minutos, Gabriel se incorporó, y con ayuda de su mano derecha la penetró despacio y empezó a moverse lentamente, acelerando pausadamente el ritmo. María Laura estaba totalmente fuera de sí, se sacudía en espasmos y conforme Gabriel aceleraba el ritmo de sus movimientos, sentía que en cualquier momento estallaría, y así fue. María Laura había sentido por primera vez un orgasmo.

Luego de aquella experiencia, los encuentros en aquel hostal escondido se hicieron muy frecuentes. La vida parecía tomar un nuevo rumbo para la sufrida María Laura. Incluso, con la complicidad de una amiga de la oficina, programó un viaje  -supuestamente de vacaciones-  a Iquitos, en el mismo avión que piloteaba Gabriel, y vivir una breve luna de miel con el hombre del que se había enamorado perdidamente. Aquel viaje se llevó a cabo, duró de jueves a domingo, y fue la experiencia más maravillosa que Marial Laura había vivido hasta entonces.

Con lo que no contaba María Laura, fue con las sospechas que había despertado en su madre su inusual alegría, el hecho de escucharla cantar todas las mañanas mientras se duchaba y que en más de una ocasión se había negado a comulgar en la misa dominical, habían sido razones suficientes para que su madre decidiera hurgar en la intimidad de María Laura y buscar alguna pista que la lleve a descubrir el por qué de su repentino cambio.

Fue en esa implacable, ventajista e infame búsqueda, que esta señora encontró -al fondo de uno de sus cajones-  la ropa interior blanca y la falda beige manchadas que aquella noche escondiera Marií Laura, y que por haber sido una experiencia particularmente traumática para ella, había preferido no volver a ver y que luego, pasadas las semanas incluso había olvidado. La madre, apenas vio eso y entendió todo, arrancó en llantos inconsolables y llamó a su marido, quien también lloró con ella tomándole la mano. Luego de eso, ambos se arrodillaron frente al crucifijo que estaba colgado en la pared de la cabecera de la cama de María Laura, y rezaron durante una hora pidiendo perdón a Dios y rogándole que tenga piedad por su hija perdida para que no sea condenada al fuego eterno del infierno. Luego de los rezos, continuaron las pesquisas y encontraron en uno de los cajones del velador, una carta de amor con el nombre de Gabriel.

Fue domingo a las siete de la noche que María Laura llegó a casa y encontró a sus padres en la sala con el cura de la parroquia del barrio, y luego de humillarla con todos los adjetivos imaginables delante del cura  (quien escuchaba y veía toda la escena con gesto adusto), le obligaron a confesar quién era aquel hombre con quien tendría que casarse lo antes posible para no seguir ofendiendo a Dios. Ella se negó. Su madre -a quien aún a pesar de todo temía-  le obligó a decirle el apellido de Gabriel.

Esa noche María Laura no durmió, se la pasó llorando y pensando la forma de huir de casa. Al día siguiente las horas en el trabajo se hicieron eternas para encontrarse al fin con Gabriel. Cuando al fin se encontró con él, le contó todo lo sucedido y le pidió por favor que buscara un pequeño departamento para largarse de la casa de sus padres e irse a vivir con él, total, ya era mayor de edad y lo que más quería era salir de casa. Él le pidió que se calme, que viera las cosas con tranquilidad y que todo  –finalmente-  debería arreglarse.

María Laura lloró inconsolablemente en el hombro de Gabriel, quien trataba de consolarla acariciándole la cabeza. Le sugirió que no agrave las cosas y que trate de llegar lo más temprano a su casa durante esos días hasta que todo se calme.

Al día siguiente, Gabriel le dijo que en dos días tendría que viajar por dos semanas a la Argentina por un mes a seguir una capacitación. A ella todo eso le sorprendió mucho, notó a Gabriel distante y evasivo. Pasaron los días y él sólo la llamó un par de veces para decirle que estaba muy atareado. A los dos días, cuando se encontraron, él le dijo que esa misma noche viajaría y que la extrañaría mucho. Ella lloró una vez más.

Pasaron los días, y María Laura esperaba ansiosamente noticias de Gabriel, una carta, una llamada, algo… pero nada. Ella empezó a sospechar, y preguntó en las oficinas de la aerolínea por él. Le informaron que en efecto él se encontraba en Argentina siguiendo un curso, pero que sí era algo muy urgente lo que tenía que comunicarle, podían darle el teléfono de su casa para que su esposa, cuando hable con él, se lo comunique.

María Laura inicialmente pensó que se trataba de una broma y soltó una risotada. La secretaria de la aerolínea se quedó mirándola sorprendida como diciendo… y ésta, de qué se ríe, cuando de pronto la risa de María Laura mutó en gesto de pánico y pasó inmediatamente a convertirse en un llanto inconsolable, al punto que las otras trabajadoras que se encontraban en ese momento en la oficina le hicieron tomar asiento para calmarla llevándole un vaso de agua.

Una de las secretarias se sentó al lado de ella y le dijo: ¿Qué, a ti también te la hizo? Ese hijo de puta nunca cambiará, mientras la cojuda de Amalia atiende a sus hijas en casa y no sabe ni mierda…  ¿Quieres un consejo? No lo vuelvas a buscar, ni respondas sus llamadas, ni le escuches… te dirá que sólo a ti te quiere, que no sabía cómo decírtelo porque temía que lo dejes, pero que le des una oportunidad de demostrarte su amor. Ah… y que empezará de una vez sus trámites de divorcio para casarse con el amor de su vida, es decir tú. Me conozco su discurso de memoria. Y así, te convertirás en la otra hasta que se aburra y aparezca otra que le guste más que tú. Eres la tercera chica nueva del aeropuerto con la que hace lo mismo. Incluso hace unos meses, una chica de nombre Juliana intentó suicidarse por su culpa. Hazme caso, si es posible renuncia, no vuelvas a verlo ni de casualidad.

María Laura se secó las lágrimas y no dijo una sola palabra. Entro a los servicios  -donde permaneció aproximadamente quince minutos-  y salió con los ojos hinchados, pero bien maquillada con rubor y los labios muy rojos. Fue hasta su escritorio, tomó aire, rompió el retrato de Gabriel, tiró los pedazos a la basura, sacó algunas cosas de sus cajones, los cerró, tiró unas llaves pequeñas sobre el escritorio, tomó su cartera y se fue caminando a paso lento hasta la calle; paró un taxi, volteó una vez más para ver el aeropuerto a todo lo ancho con las manos en la cintura, se acomodó el pelo, secó sus mejillas con el antebrazo, subió, el taxi se puso en marcha y nunca más nadie la volvió a ver por el aeropuerto.



MAURICIO ROZAS VALZ












3 comentarios:

  1. Hola Mau :) una de tantas hostorias que son una realidad no? Casos de la vida. Hay muchas María Laura y demasiados Grabriel's lamentablemente. Te dejo saludos y un beso :)
    Mau, porque nunca dejas una respuesta a algun comentario? Solo es curiosidad eh?
    Calittha.

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  2. Perdóname Calitha. Es cierto lo que dices. En adelante trataré de responder todos los comentarios. Muchas gracias por opinar siempre. Besos.

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