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viernes, 28 de febrero de 2014

TE AMO PUNTO COM



   



  Feliciana Huamán era natural de Chuquibamba, un pequeño pueblo agrícola ubicado en los Andes del departamento de Arequipa; tenía veintidós años, era soltera, estudió turismo y hotelería, y dominaba muy bien el idioma inglés. 

     Kevin Smith, era natural de St. Louis, Minnesota, un pueblo ubicado en el medio oeste de los Estados Unidos de Norteamérica, tenía cuarenta años, también era soltero, y era un policía retirado que tenía una pequeña industria de muebles de oficina.

     Se conocieron  -como hoy por hoy se acostumbra-  por internet, a través de una de las miles de páginas web gratuitas dedicadas a emparejar a personas ubicadas en todos los confines del planeta. Ella era muy pequeña y delgada, medía un metro cincuenta y seis y pesaba cuarenta y seis kilos. Él era muy alto y robusto, medía un metro noventa y cinco y pesaba ciento treinta kilos. Fue amor a primera vista. Él, apenas vio la foto de ella, no dudó un segundo en oprimir la yema de su dedo índice derecho en el mouse sobre la foto de ella para pedir su aprobación. Ella, al día siguiente que él solicitara su aceptación, apenas la vio, aceptó la solicitud sin vacilar.

     Iniciaron una relación de amistad, que en pocos meses mutó en romance. Se comunicaban todos los días, utilizando facebook, msn, skype y correo electrónico. Incluso hablaban por teléfono dos o tres veces por día, y algunas noches y fines de semana hablaban durante muchas horas aliviando sus respectivas ausencias hasta quedarse dormidos. Él se enamoró perdidamente de su enternecedora ingenuidad, y para ella, él representaba lo que ella siempre había soñado, es decir, un hombre mayor con relativa fortuna, que la saque del país y que le proporcione la codiciada green card con la que soñaban muchos de sus parientes, amigos y colegas del rubro de turismo y hotelería.

     En ese plan estuvieron por más de un año. Las diferentes ocupaciones de él, y las dos veces consecutivas que a ella le negaron la visa, impidieron que pudiesen conocerse en persona durante todo ese tiempo. Ante esa situación, él tuvo que acomodar sus horarios para poder viajar al Perú y verse con su novia.

     Todo fue cuidadosa y detalladamente planificado. Él llegaría el primer sábado del mes de agosto, y ella viajaría desde su pueblo hasta Lima dos días antes para recibirlo en el aeropuerto. Para esto, ella había ahorrado algún dinero para -aprovechando la temporada baja- rentar un pequeño apartamento en un balneario no muy costoso del sur de Lima. Tenían ya todo listo, incluso el hotel en el que pasarían su primera noche. Ambos se encontraban muy ilusionados con el día de su, tantas veces postergado, encuentro.

     Llegado el día de sus viajes, ella llegó sin contratiempos en un bus que partió la tarde anterior desde su pueblo. Él llegó sin contratiempos a Miami, y con sólo dos horas de intervalo, partió el avión que lo llevaría en vuelo directo hasta Lima. Poco antes de embarcar se comunicó por teléfono con ella para informarle que todo estaba en orden y que estaba ansioso por llegar a destino y abrazarla y besarla hasta agotarse. 

     A poco más de una hora de que partiera el avión, Kevin no lograba conciliar el sueño. Decidió tomar una pastilla para poder descansar, reclinó su asiento al límite e intentó dormir en vano. Se incorporó y pensó que siendo él tan alto y pesado, quizás debería de duplicar la dosis, e ingirió dos pastillas más, logrando  -ahí sí-  dormir profundamente, no bien terminó de reclinar el asiento.

     La hora programada para la llegada del avión al aeropuerto de Lima era las cinco de la mañana. Feliciana se levantó a la una para bañarse, arreglarse y estar lista y puntual en el aeropuerto a la hora programada. Todo el día anterior se la pasó de tienda en tienda comprándose ropa, y al terminar la tarde, se internó en un spa para que le hagan la manicura, la pedicura y todos los arreglos necesarios y estar muy linda para cuando su novio la viera por primera vez en persona.

     Llegó al aeropuerto a las tres  -dos horas antes-. No quiso ni tomar desayuno para hacerlo con Kevin. Los nervios la acosaban y no podía estar sentada. Se la pasó caminando por todo aeropuerto con los brazos cruzados y frotándose las manos para contrarrestar el frío que hacía a esas horas.

     Dieron al fin las cinco de la mañana y en el pizarrín del aeropuerto estaba programada sin retraso la llegada del avión en que llegaba Kevin. Pasaron diez minutos, y en la pantalla salía la palabra ‘aterrizó’, lo cual emocionó mucho a Feliciana, quien tuvo que contener las lágrimas. Fue presurosa a la zona por donde salían los pasajeros que llegaban del extranjero. Salían decenas de personas, y Feliciana trataba de pararse en puntas de pies y hacerse espacio entre la multitud para no perderse uno solo de los rostros que pasaban por aquel ancho pasillo.

     Los minutos fueron pasando y dieron ya las cinco y cincuenta y Kevin no aparecía. Preguntaba a las personas que estaban cerca de ella si eso era normal, y todas le decían que tenga calma, que había mucha congestión a esa hora, y que tanto los servicios de aduanas, como las fajas transportadoras de equipaje estaban muy congestionados, y que tuviera un poco de paciencia.

     Pasó media hora más y todas las personas que inicialmente estaban cerca de ella, se habían ido ya con sus parientes o amigos recién llegados. Esto inquietó mucho a Feliciana, y decidió ir a preguntar al counter de la línea aérea en que llegaba Kevin. Una dependiente de la línea la atendió y le preguntó qué sucedía. Ella le explicó que su novio, de nombre Kevin Smith, debería de haber llegado en el último vuelo que decía ‘aterrizó’, pero que él aún no aparecía y había pasado ya mucho tiempo. La dependienta le dijo que averiguaría, y que por favor, la esperase unos minutos.

     Luego de quince minutos, la dependiente, junto con dos señores con uniforme de piloto y dos policías se le acercaron, y tratando de esquivarle la mirada, le preguntaron si ella era Feliciana Huamán, la novia del señor Kevin Smith. Ella les respondió que sí, y les preguntó angustiada qué sucedía. Le pidieron que por favor se calmase, y aprovechándose de sus nervios,  le pidieron de que les firme algunos papeles y que los acompañe.

     Caminaron por unos pasillos de acceso restringido, mientras ella insistía en preguntar qué había pasado. Ninguno de ellos le respondía, sólo se limitaban a pedirle de que se calmase, hasta que llegaron a la puerta de una habitación. Los policías y los pilotos se quedaron afuera. La dependiente  -que era la más amable-  la tomó del brazo y la condujo al interior de la habitación. 

     Allí se encontraba Kevin, echado en una camilla y tapado con una manta hasta el cuello. La habitación no tenía ventanas, y el olor a mierda y orines era nauseabundo, y tanto Feliciana, como la dependiente arrancaron en vómitos incontenibles. Feliciana no podía incorporarse y se ahogaba con sus lágrimas y sus vómitos pensando que Kevin estaba muerto. Cuando dejaron de vomitar, la dependiente la tomó nuevamente del brazo y la sacó de la habitación. Afuera la esperaban los policías, y uno de ellos le detalló lo sucedido: le explicaron de que habían sacado una muestra de sangre de Kevin, y habían encontrado somníferos en exceso, y que eso había ocasionado que se durmiera tan profundamente hasta llegar a perder el control de sus esfínteres, y que se había cagado y meado, y que dada la cantidad de mierda encontrada, calculaban que había evacuado hasta en tres oportunidades sin poder despertar, y que no despertaría hasta dentro de aproximadamente tres horas.

     La dependienta le alcanzó las maletas de Kevin, le dijo que tenía que quedarse hasta que Kevin despertase para ayudarlo a cambiarse. Feliciana le dijo que de ninguna manera, que ella se iría a su casa e intentó escapar corriendo. Fue detenida por los policías, quienes aprovechando nuevamente de su ingenuidad, le recordaron de que ella había firmado un papel en el que asumía la responsabilidad por el ciudadano norteamericano Kevin Smith, y que no podía irse hasta que él se recuperase y se fueran los dos. Como si no fuera suficiente, le dijeron que no podía quedarse en ese pasillo porque era zona internacional, y que tendría que ingresar a la habitación en la que se encontraba Kevin hasta que éste despierte y solucionen su problema.

     Feliciana se encontraba sentada en una silla a los pies de la camilla donde se encontraba Kevin. 

     Lloraba desconsoladamente tapándose la nariz con un pañuelo. En esas estaba cuando entró en la habitación una señora ya mayor, con gorro, guantes de látex y mascarilla, portando un trapeador y un balde con agua, y mientras limpiaba los vómitos del piso le dijo: tranquilícese señorita, esto no es nada. Peores cosas va a tener que soportar cuando se case. Se lo aseguro. Sino pregúntemelo a mí.



MAURICIO ROZAS VALZ

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