Vistas de página en total

domingo, 16 de diciembre de 2012

PIJAMA AMARILLO






Romano fue un joven estudiante de segundo ciclo de la Facultad de Literatura de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Desde muy niño le gustó mucho leer y a pesar que sólo tenía veinte años de edad, contaba con una regular biblioteca que fue juntando desde muy niño. Sus padres eran separados. A su padre lo vio muy pocas veces en su corta vida. Cuando él cumplió dieciséis, su madre le contó que su padre (que también fue literato y profesor de la misma universidad en que él estudiaba) la dejó cuando él sólo tenía dos años para irse con otra y que era un mujeriego incorregible y que además la hizo sufrir mucho.

Fue comenzando ese ciclo en la universidad que conoció a su profesora de arte dramático; su nombre era Tania, quien era quince años mayor que él, soltera y muy guapa. Romano también era un muchacho bien parecido y la química fue casi inmediata. Él buscó como pretexto preguntarle por algunos títulos escasos y luego de muchos intentos logró mencionar un título que ella por suerte poseía. El libro fue “La Feria de las Vanidades” de William Thackeray. Ella le dio su dirección para que fuera a su casa por el libro. Quedaron en que ella lo esperaría el viernes a las nueve de la noche luego de clases.

Romano llegó puntual con una botella de Coca Cola de litro y medio y dos paquetes de galletas de soda. Tania lo recibió vestida con un pijama amarillo que tenía un estampado de Bugs Bunny, medias gruesas de deporte y pantuflas. Pasaron a la sala y ella sacó el libro de su biblioteca. Le sirvió una copa de vino y se pusieron a conversar de libros, música y de la vida. Faltaba poco para que terminaran la botella y Romano se abalanzó sobre ella, quien no puso la menor resistencia a los apasionados y toscos besos de Romano. Aquellos besos no fueron muy prolongados. No pasaron ni dos minutos y Romano aprovechó la facilidad que ofrecía el infantil pijama de Tania para bajarle el pantalón y las bragas hasta los tobillos, y sin tomar precaución alguna se abrió la cremallera y la penetró bruscamente sobre la alfombra. No duró mucho tiempo. Fueron sólo unos segundos y terminó dentro de Tania lanzando un gemido que se escuchó hasta los pasillos. Luego de eso ella lo invitó a quedarse a dormir. Romano aceptó aquella invitación sin vacilar, total, al día siguiente era sábado y pensó que llamando a su madre avisándole que se quedaría estudiando en casa de un amigo estaría todo arreglado.

Serían aproximadamente las nueve de la mañana del día siguiente, y Romano escuchó semidormido los pasos descalzos de Tania que se dirigían hacia el baño que se encontraba dentro del dormitorio. Escuchó el típico ruido del chorro de agua de la ducha y un tarareo suave que salía de los labios de Tania. Romano observaba todo lo que lo rodeaba:  fotos en blanco y negro y a color de muchas personas sin orden aparente clavadas con chinches en las paredes, un par de réplicas ordinarias de Picasso, tres acuarelas con firmas indescifrables, ropa tirada sobre un sillón y las puertas del closet abiertas. A su costado estaba un velador que tenía cuatro libros encima y tres cajones. Aquellos cajones parecían sonreírle invitándolo a ser abiertos, husmeados y registrados. La tentación era muy grande y el temor a ser sorprendido lo intimidaba. Luego pensó que el ruido de la ducha sería una excelente señal que le avisaría cuando cerrar los cajones y acomodarse como quien duerme para que Tania no lo sorprenda.

Abrió el primer cajón y encontró varios blísteres de diferentes medicamentos; algunos nuevos y otros abiertos. Encontró también dos gruesos paquetes de sobres aéreos con cartas de diferentes colores de pintas atados con ligas de jebe; una billetera de cuero de varios compartimentos y un estuche de rollo fotográfico con varios moños de marihuana.

Luego abrió el segundo cajón y allí encontró tres álbumes de fotos de hojas amarillentas y oxidadas por la humedad, y también varios cuadernos delgados tipo cuarenta y seis hojas forrados con Vinifan y etiquetados con fecha de inicio y de cierre. Abrió al azar uno de los cuadernos por el medio y se percató inmediatamente que se trataba de un diario. Revisó las fechas y estaban además numerados en estricto orden cronológico. Como buen lector que era, tomó el primer número y lo abrió en su página inicial, y haciendo uso de su sofisticado método de lectura, pasaba rápidamente los sucesos que consideraba irrelevantes para sólo detenerse en los que realmente le llamasen la atención:

-       Lima, 16 de Abril de 1970
-       Hoy me llamó Gabriela para invitarme a la fiesta por el cumpleaños de Sebastián. La fiesta estuvo muy divertida. Bailé toda la noche y me quedé a dormir en casa de Gabriela. Conversamos hasta las seis de la mañana y dormimos hasta las doce del día. Nos duchamos juntas y luego su papá me dejó en casa.
-       Lima, 22 de Mayo de 1970
-       Hoy cumplí catorce años y mamá me organizó una pequeña fiesta con mis amigos. Invité a Sebastián pero no vino. Eso me dio mucha pena, pero vinieron mis mejores amigas, y lo principal, vino Gabriela y eso era suficiente para mí.
-       Lima, 1 de diciembre  de 1970
-       Anoche me quedé estudiando matemáticas hasta tarde. Tenía exámenes finales y pedí a Gabriela que se quedara a dormir. No sé bien qué hora sería, pero durante la noche Gabriela me abrazó por detrás. El roce de sus piernas con las mías me produjo una sensación extraña pero muy agradable. Luego deslizó sus manos bajo mi pijama y me acarició los senos, yo dejé que me tocara haciéndome la dormida. Fue muy excitante. Me gustó. Luego me dormí. No recuerdo más.



De pronto escuchó que se cerraba la llave de la ducha y el agua dejó de sonar. Arrancó un pedazo de platina de chocolate que había en el cenicero, marcó la hoja en que se quedó, cerro en cuaderno y el cajón sigilosamente y se hizo el dormido. Mientras fingía un profundo sueño, observaba con los ojos semicerrados el cuerpo desnudo de Tania mientras esta se secaba y abría los cajones de su closet escogiendo qué ponerse. Aquel cuerpo era muy blanco y esbelto, aunque con algo de celulitis en nalgas y muslos. La siguió observando mientras se ponía unas bragas blancas y de pronto ella volteó y se lanzó sobre la cama para despertarlo. Lo besó en los labios y le pidió que se levantara de una vez y que se vaya, que ya era muy tarde y en su casa empezarían a preocuparse. Él le hizo caso, se cambió rápidamente y se despidió de Tania con un beso en la boca y el acuerdo de verse el lunes en clases.

A partir de ese viernes empezaron una atípica relación de amantes. Tania le puso en claro que por favor no la llamara todos los días y que tampoco deberían verse durante los días ordinarios. Le dijo que si quería proseguir con esa relación tendría que aceptar sus reglas, sino era mejor dejar las cosas ahí. Quedaron en que sólo se verían todos los viernes en la noche y que pasarían esas noches juntos hasta el desayuno de los sábados, y que luego de eso tendría que esperar hasta el siguiente fin de semana. Romano aceptó a regañadientes, de alguna manera se había obsesionado con ella. No tenía muy claro si aquella obsesión era con ella propiamente dicha o con las historias que guardaban sus diarios celosamente guardados en segundo cajón de su velador.

Llegó el siguiente viernes y Romano acudió a su cita puntual. Esta vez llevó una botella de vino tinto y un sencillo ramo de tres rosas rojas. Tania le abrió la puerta con el mismo pijama amarillo con el estampado de Bugs Bunny, lo invitó a pasar y casi repitieron los sucesos del viernes anterior. Faltando poco para terminar la botella Romano de abalanzó sobre ella y lo hicieron otra vez en la alfombra y sin precaución alguna.

Al día siguiente, también aproximadamente a las nueve de la mañana, Romano escuchó haciéndose el dormido los pasos de Tania entrando al baño y abriendo la llave de la ducha. Rápidamente se incorporó y sacó del segundo cajón del velador el diario de Tania que había dejado marcado con una platina de chocolate. Esta vez terminó de hojear rápidamente el diario número uno y pasó al número dos. Esto fue lo más importante   -para él-  que alcanzó a leer aquella vez:

-      Lima, 22 de mayo de 1971
-      Hoy fue la fiesta que me organizó en casa mamá por mis quince años. Sebastián fue mi pareja y bailó conmigo cerca de una hora. Luego me pidió que lo acompañara al jardín a tomar un poco de aire; me tomó la mano derecha y  me declaró su amor… yo le dije que sí y me besó en los labios. Empujaba mis labios con su lengua, luego se detuvo y me dijo que yo también tenía que abrir los labios y que su lengua tenía que rozarse con la mía. Me dijo que así se besaba. Al comienzo me dio un poco de asco pero luego de unos segundos se sentía muy rico. Así estuvimos unos minutos y luego entramos a la fiesta de la mano. Todos nos empezaron a silbar y  molestar pero yo estaba feliz.
-      Lima, 12 de setiembre de 1971
-      Hoy llegamos muy temprano a la casa nueva de playa de Mary en Santa María. Recién la estrenaban y aprovechamos la semana de vacaciones para pasar el fin de semana frente al mar. Extrañaba a Sebastián pero bueno, en verdad tenía muchas ganas de conocer la casa de Mary de la que tanto hablaba. En la noche Mary  robó una botella de whisky del bar de su padre, la destapamos y comenzamos a beber. Era un trago muy fuerte, rápidamente me sentí muy mareada y me fui a dormir. Al despertar encontré el pantalón de mi pijama a la altura de las rodillas. Gabriela se encontraba a mi lado profundamente dormida y sólo con la parte superior del pijama. Recordaba borrosamente que mientras dormía me  había besado la nuca y que me bajó el pantalón y las bragas y me metió uno de sus dedos. Me sentía muy avergonzada. Me levanté y me cambié rápidamente, pero nada podía sacar de mi mente esa sensación. Nunca antes había sentido algo así. Me gustó.
-       
Romano nuevamente oyó cerrarse la llave la ducha y rápidamente marcó la hoja del diario, lo guardó y cerró el cajón procurando no hacer ruido. Tania salió del baño envuelta en una toalla blanca y le pidió que ponga la mesa para tomar desayuno. Luego de beber el segundo café y de una trivial conversación de sobremesa, se despidieron con un beso en los labios quedando en verse nuevamente el siguiente viernes.

Romano no podía dejar de pensar en lo que había leído en el diario de Tania y se masturbaba imaginando aquellas escenas de ella adolescente. Contaba los días y las horas para que llegara el viernes y encontrarse nuevamente con Tania. En realidad Tania parecía importarle muy poco, sólo quería penetrarla con los ojos cerrados tratando de imaginarla de quince años y recrear aquellas escenas que lo perturbaban tanto y además, seguir leyendo aquel diario que se había convertido en una verdadera obsesión para él.

Llegó el siguiente viernes, y Romano casi como un autómata fue al supermercado por una botella de vino tinto y algo para picar. Llegó al departamento de Tania  -quien la esperaba con el pijama de siempre-   y repitieron todo el ritual sin mayores variaciones, salvo el apuro de Romano por terminar rápido dentro de Tania para irse a dormir y que la noche pasara rápido para continuar con su morbosa e invasiva lectura.

Al día siguiente nuevamente se repetiría el ritual matutino de la ducha, y nuevamente obvió las páginas que consideraba irrelevantes pasando al volumen numero cuatro en el que se contaba lo siguiente:

-       Lima, 1 de enero de 1972
-       Anoche, saliendo de la fiesta de año nuevo del Club Náutico, como a las cuatro de la mañana fuimos con Sebastián a caminar por la playa. Yo había bebido algunas cervezas y me encontraba algo mareada. Nos empezamos a besar y él me empujó suavemente haciéndome caer sobre la arena. Me empezó a besar por el cuello, levantó mi falda hasta la altura de la cintura y me empezó a acariciar la vagina. De pronto me metió un dedo y la sensación era indescriptible. Intentó muchas veces quietarme las bragas pero yo se lo impedía, hasta que tomó con una de sus manos mis dos muñecas y me las quitó de un solo jalón. Luego se subió encima de mí, y pese a mis ruegos porque no lo hiciera me penetró hasta el fondo. Me dolió mucho y al cabo de unos segundos sentí un líquido caliente que invadía mis entrañas. Se bajó y aún me dolía mucho y mis muslos se encontraban manchados de sangre. La verdad, si eso era de lo que tanto hablaban… todo había sido mentira. No me gustó, es más, fue horrible.
-        
Romano no pudo aguantarse y se masturbó apuradamente leyendo ese pasaje y a la vez estaba atento a que el ruido del agua de la ducha no se detuviera. Se limpió como pudo y a los segundos sintió cerrarse la llave de la ducha. Esta vez Tania por poco casi lo sorprende. Con el tiempo justo marcó la página y cerró el cajón. Ella percibió algo extraño al salir de la ducha. Creyó sentir olor a semen fresco y notó los nervios de Romano. ¿Estás bien mi amor? ¿Todo en orden? Te noto algo extraño… le dijo Tania mientras se secaba el pelo con la cabeza inclinada y el cuerpo cubierto con una toalla blanca.  Nada mi amor, sólo que el lunes tengo examen de Lógica Simbólica y no he estudiado nada. Es más, mejor me voy de una vez. Perdóname pero hoy mejor no me quedo a desayunar contigo. Nos vemos el viernes…  Le dio un beso en los labios y se marchó presuroso.

Durante toda la semana únicamente pensaba en el diario de Tania. Más que una simple obsesión, se había convertido en una suerte de vida paralela para él. Casi no estudiaba y lo más sorprendente era que había abandonado su vocación por la lectura. No leía ya nada. Estudiaba con lo justo para aprobar con el mínimo sus exámenes y el resto del tiempo lo dedicaba a recrear en su mente la historia de la adolescencia  de Tania.

El viernes siguiente ya no compró nada. Estuvo desde las cinco de la tarde sentado en la batiente del edificio en que vivía Tania. Incluso el portero le dijo que mejor regresara más tarde ya que Tania nunca llegaba antes de las ocho y treinta de la noche. Romano le dijo que vivía muy lejos como para irse y regresar; le agradeció la sugerencia y le dijo que no se preocupara, que él estaba bien y que la esperaría.

Tania llegó efectivamente a las ocho y treinta. Lo encontró en la puerta y le dijo: ¿Qué haces acá amorcito? ¿Has olvidado acaso que nuestro acuerdo es a las nueve? Cuidadito con intentar cambiarme los hábitos ¿eh? Ya sabes qué podría suceder, así que por favor… que sea la última vez… Romano asintió con la cabeza y sin decir palabra entró al departamento apenas ella abrió la puerta. Una vez adentro, sucedió lo de siempre, con la única diferencia que esta vez ella no llegaría a ponerse su pijama amarillo de Bugs Bunny.

A la mañana siguiente y cumplido el ritual del ruido del chorro de la ducha, Romano sacó los diarios apurado y nuevamente saltando lo que consideraba repetitivo e irrelevante llegó al volumen siete. Grande fue su sorpresa cuando leyó lo siguiente:

-       Lima, 24 de junio de 1973
-       Hoy salí por décima vez con Agostino, Agostino Jacometti, mi profesor de literatura italiana contemporánea. Anoche me contó que era casado y que tenía un hijo. Fuimos a nuestro hotel de siempre en San Bartolo. Agostino es fascinante, hicimos el amor toda la tarde y parte de la noche. Me apena y avergüenza que esté casado pero no hay nada que yo pueda hacer… muero por él. Nunca pensé que podría llegar a sentir algo así por un hombre.  Cuando me hace suya me siento volar por las nubes. Es una máquina de dar amor y placer. Ahora entiendo cuán inútil era Sebastián. Amo a Agostino con locura.
-       Lima, 7 de octubre de 1973
-       Hoy Agostino me llevó a ver el departamento que rentó para nosotros. Anoche mi madre me abofeteó cuando le conté que me iba de casa para vivir con Agostino. Me dijo que era una cualquiera por irme a vivir con un hombre casado, que todo se pagaba en la vida. Que el sufrimiento de ese niño y de esa madre abandonados me pasarían la factura tarde o temprano.
-       Lima, 10 de noviembre de 1973
-       Hoy Agostino me presentó a su hijo, es un niño precioso, tiene dos añitos, su nombre es Romano, Romano Jacometti.
-        

MAURICIO ROZAS VALZ





6 comentarios:

  1. Acá solo me queda citar parte de la letra de una conocida canción: "La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida".

    Gloria Murillo V.

    ResponderEliminar
  2. Excelente!!!
    Rosa Hidalgo.

    ResponderEliminar
  3. Una historia como para el guion de una película.. no me esperaba este final y es que sí de película . Genial, sí sentí que vi una película.. el final se me revirtió como me sucedió varias veces en el cine y al final se escribe el nombre de los actores y uno se queda con la boca abierta.. impresionad@.. así me dejó tu relato.. ohhhhh!!!! Y la realidad supera la ficción…Admiro tu inspiración Mauricio!!! Eres tremendo.. UPS..

    * Eunice ♥

    ResponderEliminar