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martes, 18 de diciembre de 2012

NAVIDAD MATRIARCAL





Doña Raquel tenía entonces 53 años, hacía 10 que había enviudado. Tenía cuatro hijos: Arturo de 33, Sonia de 29, Edgar de 25 y Elías de 19. Era natural de Trujillo,  siempre vivió en esa ciudad y en la misma vieja casona que heredó de sus padres.

Desde muy niña le gustaron mucho las celebraciones prenavideñas y la navidad en sí. Todos los años, hacia finales de noviembre, compraba toda clase de adornos y renovaba toda la decoración navideña para vestir totalmente su casa, incluidos baños, garaje y hasta la casa del perro.

Ese año, como siempre, preparó todo para pasar la navidad con sus cuatro hijos y sus dos nietos. Los tres mayores estaban casados y vivía únicamente con Elías, quien estaba en la universidad. Arturo se había casado hacía algunos años y tenía un hijo, Carlos, de sólo tres años. Sonia se casó muy joven y tenía una hija de 10. Fabiola, su nieta mayor, y vivía en Buenos Aires. Edgar se había casado hace unos meses y aún no tenía hijos. Sus tres hijos varones vivían en la misma ciudad, sólo su hija vivía fuera del país.

Una semana antes de la celebración, Arturo la llamó para avisarle que pasaría la noche buena en casa de sus suegros y que el 25 la visitaría a la hora del almuerzo; Raquel entendió y no le hizo ninguna escena. Dos día antes, también la llamó Edgar y le dijo algo muy parecido, pero que haría lo posible por visitarla en la madrugada, tampoco le hizo ninguna escena y se hizo a la idea que pasaría nochebuena sólo con Elías y preguntó a Natalia, la mucama, si viajaría o no; quien le contestó que no viajaría porque sus padres viajarían a Ecuador a pasar navidad con su hermana mayor.

Llegó el 24 de diciembre, y de pronto desde su ventana vio un taxi que estacionaba frente a su casa, del que bajó Sonia con su nieta Fabiola. Esto la entusiasmó mucho y la puso muy contenta, no obstante, le preguntó por su marido y ella le contestó que él pasaría las fiestas con sus padres y hermanos y que no hizo mayor problema. Luego de algunas palabras; Sonia, Fabiola y Natalia le ayudaron con todos los preparativos de la cena, y apenas anochecía ya tenían todo listo. Serían aproximadamente las 8 de la noche, y Elías le dijo que su enamorada lo había invitado a cenar a su casa y que pasaría la noche buena con ella. Raquel tragó saliva y esta vez sí se molestó y le increpó. Elías le dijo que no lo moleste, tomó su chaqueta y se fue tirando la puerta.

Llegaron las doce de la noche, y tanto Raquel como su hija Sonia, su nieta Fabiola y su ayudante y amiga Natalia terminaron de cenar. A Natalia se le ocurrió la idea de destapar un champán. Fabiola propuso poner algo de música, dijo que había traído su disco de Los Rolling Stones. Se sirvieron algunas copas de champán, se acabó la botella y abrieron la segunda y se pusieron a bailar las cuatro al medio de la sala con el volumen del estéreo muy alto. Destaparon la tercera botella y bailaban frenéticamente muy contentas. De pronto Sonia puso pausa y pidió la palabra. Brindó por la navidad, por el año nuevo, y deseó fervientemente que tanto a Arturo, como a Edgar y a Elías… ojalá la cena les cayera como bomba y que tengan una feroz indigestión por tetudos, sacolargos y huevones, y que por último podían meterse a sus respectivas mujercitas, suegras y demás por el orto y todos en un solo paquete podían irse a la mierda directo y sin escalas.

Terminado el breve discurso, soltaron la carcajada, destaparon otra botella y bailaron al compás de los Rolling Stones hasta caer rendidas y se fueron felices a dormir.

MAURICIO ROZAS VALZ

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