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jueves, 13 de septiembre de 2012

CONSUELO AMICAL






Martín se despidió de ella, luego de su último y frustrado intento por despertar aquel amor que creía que había muerto, pero que en realidad nunca nació. Caminaba triste y a paso muy lento por el malecón. Era pleno invierno y la niebla era muy densa. Estaba por llegar la noche. Martín encendió un cigarrillo. Intentaba aplacar el frío que recorría sus entrañas y calmar el temblor de todo su cuerpo. Se sentó en una banca, sacó su vieja libreta para intentar un último poema. Trataba de ver a través de la niebla la tenue luz de los postes que empezaban a encenderse,  y escuchaba el fuerte oleaje del mar estrellándose contra el acantilado.

Entonces, apareció su amigo Neruda, se sentó a su lado izquierdo y le dijo: Si no te oye desde lejos… y tu voz no le alcanza… deberá ser éste el último dolor que ella te causa, y deberán ser éstos los últimos versos que tú le escribes… Luego llegó Benedetti,  se sentó a su lado derecho y le dijo: Tu amor por ella fue desde siempre un niño muerto… es la verdad dura y sin sombra… es la verdad fácil, y qué pena… imaginaste que era un niño, y era tan solo un niño muerto… acaso cuando llegue un veintitrés de abril y abismo… vos donde estés llévale flores… que ella también irá contigo. Llegó luego el buen Sabines, quien se paró al frente suyo y le dijo: Pero Martín… ¿qué te sorprende? Si sabías bien que los amorosos jugamos a tatuar el humo… a coger el agua…a no irnos… Si tú sabes que nunca hemos de encontrar… que no encontramos... buscamos, y que el amor es la prórroga perpetua, que somos los que siempre, ¡qué bueno! Hemos de estar solos… y luego, cuando acabes tu cigarrillo, nos iremos cantando entre labios una canción no aprendida… y nos iremos llorando, llorando la hermosa vida. Luego llegó Gabriela, Pablo le cedió su asiento y ella se sentó a su lado. Martín la abrazó, y mientras lloraba en el hombro de Gabriela, ella le decía acariciándole la cabeza: Pero Martín, si tú sabías que amar es amargo ejercicio… que es mantener los párpados de lágrimas mojados... y refrescar de besos las trenzas del cilicio, conservando, bajo ellas, los ojos extasiados. Luego apareció Alfonsina, Mario le cedió el otro asiento, saludó a todos con besos. Tomó a Martín de la mano y le dijo: Ya deja esa historia, las cosas que mueren jamás resucitan, las cosas que mueren no tornan jamás ¡las flores tronchadas por el viento impío, se agotan por siempre, por siempre jamás!

Luego empezó a llover y se fueron todos, dejaron a Martín solo. Él se paró de la banca y continuó su camino. Encendió otro cigarrillo, y mientras caminaba, divisó a lo lejos la silueta de un hombre vestido de terno gris que estaba sentado en una banca, tenía el mentón apoyado en la mano derecha y las piernas cruzadas. Se fue acercando… y sí, era su amigo Vallejo, a quien se le veía muy triste. Entonces Martín le preguntó: ¿te sucede algo César? Y éste le respondió: Esta tarde llueve, llueve mucho ¡Y no tengo ganas de vivir, corazón!


MAURICIO ROZAS VALZ

5 comentarios:

  1. Desde mi mirada de común mortal: lector, debo comentar a este común mortal: escritor, que encuentro bueno su texto, en la medida que entusiasma su lectura, me atrae la mención de los poetas con segmentos de sus versos, despierta en mi sentimientos de melancolía y romanticismo. Dispuesta a leer el próximo y compartir éste.
    Un abrazo!

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    1. Muchas gracias por su comentario... y mil disculpa por la demora en responderle. Un abrazo.

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  2. Fascinante...

    Debo confesar que durante la lectura, dejé escapar unos cuantos suspiros... no me quiero imaginar la cara de boba que tenía, y espero no me hayan pillado porque la verdad no creo que se coman el cuento de que estaba fascinada con los números jajajaja.

    Anny

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    1. jajaajja, gracias otra vez, Anny, qué bueno que te gustara tanto.

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