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sábado, 17 de octubre de 2015

ENTRE LA DICHA Y EL ARTE






Sigo algunos blogs de escritores, para mí muy buenos, pero de esos cuyas vidas los devoraron en ocupaciones y responsabilidades a temprana edad y les fue negada la posibilidad de hacerse populares por su talento. Entre ellos, sigo a un hombre y a una mujer cuyas vidas han dado un giro, en un caso para bien y en el otro para mal, con sus respectivas consecuencias literarias.

Ambos bordean los 40. 

Ella, hace un par de meses está con un novio del cual está perdidamente enamorada y está viviendo un romance de esos poéticos y sofisticados, de esos con sinfonía, llovizna y amaneceres azules, de esos correspondidos en similar proporción, de esos sin desbalances ni asimetrías, sin el clásico 'tú me quieres menos de lo que yo a ti' o viceversa. El problema está en que, las consecuencias literarias de este gran amor, han sido nefastas. Sus últimas publicaciones son lamentables, exultantes de dicha y literariamente pobrísimas, cohelianas, pilarsordianas y walterrisianas... penosas.

Él, hace poco más de un mes está viviendo un drama terrible: a su hija de 17 años le han detectado una enfermedad muy seria y su vida se ha puesto cuesta arriba. Despierta triste y se va dormir (si acaso duerme) muy triste. Escribe de madrugada y, casi todas las noches, suelta poemas y prosas sencillamente geniales, magistrales, uno mejor que el otro. Su producción literaria está pasando por uno de sus mejores momentos.

Creo que ninguno de los dos es consciente de todo esto. No tengo la confianza suficiente para decirle a él que siga produciendo, que está en su mejor momento… ni para decirle a ella que viva su romance a plenitud, que lo disfrute hasta el último minuto... pero que deje de escribir un tiempo, al menos hasta que pueda leerse ella misma con ojos de artista.

Mi conclusión es desoladora y desalentadora. Una vez más compruebo que el arte no es amigo de la dicha, que la alegría es un descanso que se da al agotamiento de la genialidad.   


MAURICIO ROZAS VALZ

2 comentarios:

  1. Así es, amigo. Comparto esa tesis. Las desgracias, las angustias (no puedo evitar pensar en mi gran Dostoievski) llevan a una producción literaria espectacular. La dicha, en cambio, creo que raramente traba amistad con el arte.

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