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domingo, 4 de agosto de 2013

INGRATITUD







Sucedió hace poco más de tres años. Me llamó para saludarme por mi cumpleaños (siempre lo hacía, religiosamente).  No sé si alguna vez estuvo enamorada de mí, sinceramente me parece que no, al menos nunca lo percibí así, pero creo que ninguna mujer  -descontando a mi madre- me había querido tanto, me tenía una devoción y admiración exageradas y que lograba avergonzarme porque nunca creí merecer algo así, mucho menos corresponder. Llegué a sentirme espiritualmente pobre, ya que a pesar de haber amado más de una vez en mi vida, nunca sentí por nadie la idolatría que ella me profesaba.

En aquella llamada me invitaba a cenar, me dijo que tenía algo que contarme y además una sorpresa, siempre contenta, siempre graciosa. Creo que eso también nos hacía tan distintos, ella siempre andaba muy contenta y de buen humor y yo casi nunca. Nació para soportar durísimos golpes sin perder la sonrisa;  golpes que para mí hubieran sido devastadores. En fin, quedamos para vernos al día siguiente, ya que esa noche yo ofrecía una fiesta en casa, a la cual, ella, por supuesto que no había sido invitada.

La noche siguiente fuimos a cenar a un restaurant en Barranco. Me regaló una fragancia carísima, me contó que la habían ascendido en su trabajo y que estaba muy contenta. Luego yo le conté de mi vida, siempre perturbada pero no menos llena de sueños, de algunas desventuras amorosas y una que otra dolencia, lo que ella escuchaba con su eterna y dulce sonrisa acariciándome las sienes con la ternura de siempre. Es curioso, nunca nos habíamos besado en los labios y mucho menos nos habíamos acostado, siendo ella particularmente atractiva, nunca logró despertarme esos deseos.  Bebimos varios vinos, salimos del restaurant y compramos una botella más para beber en el auto escuchando música frente a su casa, ambos disfrutábamos mucho ese ritual,  acabado el vino me abrazó, me dio un beso en la mejilla derecha y  bajó del auto muy contenta  (a veces, confieso con vergüenza que tenía gestos y actitudes crueles con ella para que se resienta conmigo, nunca pude conseguirlo).  

Fueron muy pocas las veces en todos esos años que yo la llamé; siempre lo hacía ella. Nunca la incluí en una lista de invitados a las fiestas que ofrecía en casa por mi cumpleaños  (extraños y crueles suelen ser los afectos, muchas veces, mientras más alguien nos quiere, menos la tomamos en cuenta y viceversa). 

Hace un año, justo el día de mi cumpleaños desperté pensando en ella. Por equis circunstancias necesitaba de su voz y de su risa más que nunca.  Dieron las cero horas y mi día pasó sin recibir su llamada; pensé que lo haría al día siguiente, pero tampoco sucedió.  Era la primera vez en doce años que eso ocurría, imagino que la vida me pasó la factura por mi gélida ingratitud, merecido que lo tengo.


MAURICIO ROZAS VALZ

4 comentarios:

  1. Mau!! Un gusto saludarte, soy Calittha, aunque ahora mi tw es colorcitta, me encanto lo que escribiste, me quede con la duda de porque ella no te llamo ... nunca la buscaste? Si lo haces, escribe algo al respecto :) te dejo un abrazo.

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    1. Hola Calittha, no supe más de ti. Gracias por lo que me dices. Sígueme con tu nueva cuenta para seguirte y estar en contacto.
      Un abrazo

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  2. A veces nos sentimos seguros del cariño de las personas, y pensamos que siempre estarán allí para nosotros, a pesar de nuestra indiferencia... cuando nos damos cuenta de lo mucho que valen, suele ser demasiado tarde.

    Anny

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