Hace ya algunos años murió el exmandatario argentino
Néstor Kirchner. Al respecto, creo pertinentes algunos comentarios: tanto él
como su esposa -y actual mandataria- Cristina, han sido la segunda pareja
presidencial más corrupta y nefasta de toda la historia argentina, solamente superada por sus émulos: Juan
Domingo Perón y la tristemente célebre Evita.
Es triste ver cómo un país que, hasta hace sólo sesenta años, es
decir, poco más de medio siglo fue el quinto país más rico del mundo, y que no
sólo fue rico en cuanto a recursos naturales y por convertirse en el granero
del mundo, sino que fue rico también por su adelantada civilización y la
cultura de su pueblo. Aquella Argentina
que dio al mundo a Jorge Luis Borges, a Ernesto Sábato, a Julio Cortázar, a Adolfo Bioy
Casares y Alfonsina Storni; Aquella
Argentina de la milonga y el tango que vio caminar y cantar por sus calles a
Gardel (que por más que Uruguay y Francia se peleen su origen, él amó a
Argentina, cantó a la Argentina y ¡es argentino y ¡punto!), sea hoy un país tan pobre,
atrasado y corrupto; y cuya caída en picada parece no tener cuando acabar tomando en cuenta las recientes medidas -absurdas y suicidas- que incluyen estatizaciones y la prohibición
de algunas importaciones (la de libros, por ejemplo).
Todo cambió para ese pobre país el día en que la pareja
Perón tomó el poder. El grosero dispendio que se hizo de sus recursos en el
vergonzoso proyecto nuclear más conocido como “Proyecto Huemul”, con el que
Juan Domingo Perón pensaba concretar su alianza con el partido nazi, en tanto
los estandartes con las esvásticas ondeaban en todos los organismos del estado.
El despilfarro grotesco de sus arcas en costosísimas joyas y otras
excentricidades que provocó la desclasada de Evita, y lo peor de todo, las
astronómicas sumas de dinero que se regalaron a manos llenas a las clases
populares argentinas, envileciéndolas, denigrándolas y malacostumbrándolas a la
mendicidad perpetua (es muy fácil ser generoso con dinero ajeno, es ganarse
indulgencias con avemarías ajenas y ganarse el afecto de unos con el sacrificio
de otros).
Jorge Luis Borges, en su indiscutible erudición e
infinita sabiduría, tuvo una frase muy dura para con Eva Perón: “Eva Perón no
deberá entrar a la historia de la Argentina porque es una prostituta”. Esta
frase fue astutamente malinterpretada por los políticos de izquierda y los
movimientos feministas (que por entonces
caminaban de la manito). Lo que quiso decir Borges, es que el término
“prostituirse” implica la entrega de todo, (cuerpo y dignidad) a cambio de
poder y dinero, y en ese contexto encajaba perfectamente la inefable Evita.
Han pasado poco más de sesenta años, y Argentina nunca
más fue la misma. El estigma de Perón los acompaña hasta el día de hoy. En la década
de los noventa los peronistas regresaron al poder con Menem. Nuevamente la
corrupción sacó su rostro más cínico y nefasto. Este oscuro personaje liberó
de la cárcel nada menos que al general Videla, quien fuera uno de los genocidas
más temibles de la América Latina del siglo XX. Tampoco olvidemos su altísima
traición al Perú con la venta de armas al Ecuador en pleno conflicto del Cenepa.
Luego de sucesivos y breves gobiernos fracasados, nuevamente
llega al poder el peronismo encarnado en la pareja Kirchner. Nuevamente el
despilfarro, el populismo y la corrupción se institucionalizan y enraízan en lo
más profundo de las estructuras de la sociedad argentina; de esa Argentina
actual en que la bailanta y la cumbia villera han desplazado al tango, la milonga
y al rock… de esa Argentina actual, cuyo pueblo ya no es el más cultileído de
América Latina… de esa Argentina actual en cuyas calles ya no se respira
cultura y educación… de esa Argentina actual en donde cuesta imaginar a los
fantasmas de Borges y su amigo Sábato caminando despacio y conversando amenamente por la Avenida Rivadavia.
MAURICIO ROZAS VALZ
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