¿Serán
los niños necesariamente inocentes? Verlos inspira ternura, compasión,
tolerancia y cariño. Pero… ¿serán tan buenos como parecen? Empiezo a dudarlo.
Haciendo
un poco de memoria me recuerdo niño, y recuerdo a otros a los cuales todavía
veo de vez en cuando y creo que, tanto ellos como yo, hoy por hoy somos mejores
personas. Cuando niños éramos crueles, egoístas, envidiosos, manipuladores y
mentirosos. Matábamos sapos y palomas, humillábamos a las empleadas, abusábamos de
los mas débiles y siempre teníamos a quién echar la culpa. No conocíamos de
piedad con el tuerto, el cojo, el afeminado, el obeso o el de otra raza; engañábamos a nuestros padres y nuestro
cinismo no tenia límites; arañábamos autos, escupíamos pasamanos y rompíamos
lunas a pedradas.
Hoy
en día, los psicólogos -y su vieja
costumbre de ponerle nombre a todo- le
han puesto el nombre de Bullying, al
proceso de tomar de ‘peje’, ‘pescado’ o ‘lorna’ al compañero débil de carácter
y eso es algo que siempre ha existido (al menos en colegios de varones). Aquel
código ‘canero’ de no quejarse a los padres ni profesores viene desde tiempos
inmemoriales. Hacerlo era causal de ser nombrado la ‘novia del salón’ y eso era
algo que nadie estaba dispuesto a permitir.
¿Qué
el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe? Empiezo seriamente a dudarlo. Creo,
mas bien, que el ser humano es corrupto por naturaleza y es el medio en que
crece el que determina su conducta futura;
una de dos: O bien lo encamina
por la ruta de la honestidad y otros valores o lo termina de malograr hasta
hacer de él un monstruo.
El
niño al que ignoramos y hasta humillamos hoy,
mañana será el hombre que nos apuntará con un arma en la cabeza. Al hijo al que consentimos -y hasta celebramos- sus no tan inocentes “mataperradas”, mañana
será el adulto que nos insultará y no vacilará en su decisión de abandonarnos
como a un mueble viejo.
MAURICIO
ROZAS VALZ
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