Su nombre es Juan. Suele sentarse
en una vereda del jirón Ucayali o del jirón Huallaga a pedir limosna. Su
perverso método para manipular el corazón y la sensibilidad de la gente, es
remangarse la pierna derecha del pantalón hasta el muslo y mostrar su canilla
totalmente necrosada y maloliente, producto de la diabetes. Puede verse con claridad, las costras de
color morado y una suerte de escamas amarillentas que rodean las llagas. La
primera vez que lo vi logró conmoverme y eché una moneda en su lata. Luego
evadía pasar por su lado, porque el ver todo eso me provocaba verdaderas
nauseas y lograba deprimirme.
No sé de medicina, no sé si se
podrá vivir con eso tanto tiempo, no sé si será posible conservar mucho tiempo
algo así sin tratamiento o curaciones, o a lo mejor el sujeto este usa algún
tipo de truco, ya que utiliza el mismo método por lo menos hace tres años,
según vecinos de la zona.
Según cuentan estos vecinos de
los locales comerciales del lugar: hace más o menos dos años, una funcionaria
de la municipalidad de Lima se conmovió con su cuadro y llegó hasta la vereda
donde se encontraba este tipo en una ambulancia para trasladarlo al hospital de
la solidaridad, y le ofreció internarlo para tratarle su terrible mal sin costo
alguno.
Lo que fue realmente
sorprendente, fue que el tipo se rehusó a subir a la ambulancia y que incluso
golpeó con sus muletas a los enfermeros que se acercaron para ayudarlo a subir.
La funcionaria de la municipalidad no podía dar crédito a lo que veía y
escuchaba. Le pidió que se calme y que por favor le explique por qué no quería
curarse. Juan -así decía llamarse- le dijo que no se metiera en lo que no le
importaba, y que si quería curarlo para quedar como muy buena, le pagase
primero lo que él pidiera, ya que después no sabría qué hacer para conmover a
la gente y que le de dinero.
Luego un periodista logró
conversar algunos minutos con él, y Juan le contó que con ese método lograba
sacar entre veinte y treinta soles diarios, lo que al mes significaba un
promedio novecientos soles. Le contó también que alquilaba un cuarto en Barrio
Altos y que tenía esposa y cuatro hijos pequeños. No quiso dar mayores detalles
de su enfermedad, sobre si le dolía o no, ó que tanto sufría con esa dolencia.
Pero le dijo que trabajando no sacaría más de lo que sacaba mendigando, que por
favor lo dejasen en paz y con su pierna como estaba.
Esto lo asocié con algo que viví
hace poco en el cruce de las avenidas Angamos y Comandante Espinar: Serían
cerca de las siete de la noche, y llegué a la esquina en el preciso momento en que
la luz se ponía en rojo. Frené, y una niña de aproximadamente diez años se me
acercó a la ventana en un llanto inconsolable que logró conmoverme. Traté de
secarle los ojos con mi dedo pulgar y le di unas monedas. Al día siguiente tuve
que pasar por el mismo lugar al mediodía, y la misma niña se encontraba
exactamente en el mismo lugar. El detalle fue que también se encontraba
llorando a mares. Fui a donde tenía que ir, y al regreso, luego de tres horas,
pasé por el mismo lugar y la niña seguía llorando a mares… recién caí en la
cuenta de que esta niña había aprendido a forzar su llanto para conmover, era
toda una actriz consumada y un pequeño monstruo a la vez. Me parecía increíble
cómo una niña de esa edad habría aprendido a ser tan cínica y a utilizar a la
gente de esa manera.
Concluí tristemente que, en
muchos casos, la pobreza material… devenía también en pobreza espiritual. Recordé
también, cómo había visto algunos casos, cuando algún miembro de una familia
pobre era atropellado por un vehículo, y si además, el dueño de ese vehículo
era de posición acomodada… el accidente
-lejos de ser motivo de dolor y preocupación- era
motivo de celebración y algarabía, porque dicho accidente les resolvería el
problema económico por un buen tiempo y que -bien asesorados- podría
ser incluso su pasaje de salida de la pobreza.
Hoy, doblando una esquina en el
centro de Lima, me topé con la pierna podrida de Juan. Me miró a los ojos y me
dijo: … pa’la diabetes pe varoncito, me duele
pee… me dieron ganas de patearle la
pierna con todas mis fuerzas, pero conté hasta diez y crucé al frente. Quizás,
si le metía la patada le terminaba de sacar la pierna y hubiese tenido que
mantenerlo hasta el final de mis días.
MAURICIO ROZAS VALZ
Como diría mi mamá, les encanta victimizarse a través de su desgracia...
ResponderEliminarDefinitivamente se trata de un truco. No hay un cuadro de diabetes así de avanzado que no requiera de amputación o en su defecto arriesgar una infección generalizada... O el truco ha sido copiado, o el mismo sinverguenza hace sus giras por el país. Un individuo flaco, un tanto alto y de entre treinta y cuarenta años de edad, estuvo utilizando ese abominable método de manipulación hace un par de años en la calle mercaderes de la blanca ciudad... Pero si bien los métodos de manipulación perversa que mencionas, carecen de toda justificación moral; mucho más indignante todavía resultan aquellos que utilizan la intimidación para forzar la " generosidad " del transeunte. Hace muchos años, exactamente en el 89, en una de las transversales de Tacna en el centro de Lima y aprovechándose de la congestión vehicular, un sujeto despreciable, de gran estatura y blandiendo un tronco de considerable tamaño, " persuadía" a los conductores para que le den propinas y además fingía un retardo mental ( el truco de que soy muy loco ). Recuerdo que lo vi forzando propinas a dos conductores que iban adelante y luego procedió a acercarse a mi carro, pero le tenía una " sorpresita": cuando se acercó a la ventanilla, le mostré una S&W 38 spl de cañon corto y OH sorpresa, siguió de largo hacia el auto que me precedía en la larga hilera de la congestión. Osea que tan loco no era...un despreciable mal nacido es lo que realmente era.
ResponderEliminarSaludos
GUSTAVO ROZAS VALZ.