Se ha vuelto a poner sobre el
tapete en todos los medios, el próximo e indignante proceso de investigación
que la CIDH iniciará a los comandos de las Fuerzas Armadas que participaron en la exitosa
operación de rescate ‘Chavín de Huántar’. Al respecto, sería justo y necesario
que los medios de comunicación, cuya línea editorial se identifique con la
ciudadanía (no con la delincuencia) desempolven aquellos indignantes y penosos
archivos (los que quizás, por nuestra salud
emocional hubiese sido más sano olvidar) que registran estos dolientes tiempos, puesto que hay un pequeño grupo
de personas con cierto poder mediático, que se han empeñado en enredar la
historia e invertir los papeles, presentando a los criminales como víctimas y a
los justicieros como victimarios. Sobre todo, intentan calar en la mente de los
jóvenes, quienes no vivieron en carne propia aquellos espantosos tiempos que
marcaron con ríos de sangre y dolor nuestra reciente historia.
Uno de los puntos más perversos
que parece estar pasando desapercibido, es que intentan hacer creer a los
muchachos que, tanto Sendero Luminoso como el MRTA, fueron algo así como la guerrilla que
triunfó en Cuba o como los bolcheviques en Rusia. Es necesario que se sepa que
ni siquiera se les parecen. No fueron una guerrilla, fueron dos numerosas y
bien organizadas bandas de criminales que cometieron los más cobardes,
despiadados y sangrientos crímenes que se haya registrado en nuestra historia.
Fueron dos bandas de maleantes que provocaron la muerte de más de treinta mil
peruanos; que no respetaron a nadie, ni a niños ni a viejos ni a pobres ni a
ricos… a nadie; que sólo les gustaba matar y destruir, que disfrutaban
asesinando, tanto cuando una de sus
bombas detonaba en un centro comercial matando a decenas, como cuando
ingresaban a un pueblo de la serranía y disparaban contra todo lo que se
moviera. Si las esquirlas de sus bombas mataban a un niño rico en su cochecito
o a un niño pobre jugando con cartoncitos… les daba lo mismo.
Estos grupos criminales que se
hicieron llamar ‘subversivos’, no fueron en realidad subversivos.
Subversión es rebeldía, es protesta contra un sistema; eso era lo que querían
vender… pero era mentira. Lo único que
estas numerosas bandas de maleantes en verdad buscaban era satisfacer su sed
de sangre, de muerte, de destrucción, para ellos significó la calma de su odio
por todo y por todos. Decían defender a los pobres, y a quienes asesinaron en mayor número fue a campesinos pobres ¿Dónde está su causa justa?
A mi generación, la de los 80s,
es decir, a los que durante esa década nos hicimos mayores de edad y empezamos
a estudiar y trabajar… nadie nos podrá meter cuentos. Aquella generación
nuestra fue marcada por la frustración y la desesperanza, todo por culpa del
terrorismo. En aquellos tiempos, todos los días cerraban fábricas, comercios y
todo tipo de empresas, cuyos dueños preferían rematar todo al precio que fuera
y se largaban a buscar mejores horizontes dejando a miles de personas sin
centro de trabajo. Fueron muchos los amigos nuestros de la infancia que, apenas
pudieron, se largaron fuera del país porque aquí la cosa era inviable y cada
día más difícil. Hubieron incluso algunos suicidios de quienes no resistieron
la presión. ¿Exagero? No,
lamentablemente, no.
Hay algunos pasajes de nuestra
vida que sería preferible olvidar, tratar de no remover… pero hay otros cuyo
olvido sería ingrato e injusto, porque ese olvido nos haría indiferentes con
todos nuestros compatriotas que perdieron a sus seres queridos en esos tiempos
de barbarie. No fueron pocas las historias que hemos escuchado de jóvenes y
niños traumatizados que llegaron desde las alturas de la sierra a la ciudad desesperados en
busca de trabajo y de una posibilidad de vida, que venían huyendo de sus
pueblos donde habían visto con sus propios ojos como los terroristas asesinaron
a sus padres, hermanos y hasta sus pocos animales, destrozándoles
irreversiblemente su estructura emocional. Tampoco han sido pocas las personas
que conocimos cuyos familiares murieron destrozados en pedazos por el
estallido de alguna bomba. Es fácil hablar de reconciliación, piedad y olvido
cuando las víctimas no han sido familiares o amigos nuestros… esos espantosos
tiempos no deben volver jamás… jamás.
Por todo lo expuesto. Aun si
hubiese sido el caso que, luego de que los comandos concluyeran la operación de
rescate en la residencia del embajador del Japón, y los maleantes fueran reducidos, entró otro grupo armado y acabó con
ellos… lo justo sería que todos sepamos quiénes fueron esos hombres, esos que
fueron llamados ‘gallinazos’, pero no para reprocharles nada, sino para
agradecerles, para rendirles un homenaje por haber reivindicado con sus armas -no importa simbólicamente- todo el rencor que, con justicia y razón,
sentimos todos los ciudadanos que fuimos víctimas directas e indirectas de toda
la insania de estos criminales.
MAURICIO ROZAS VALZ