Porque a mí sí me ha importado y apenado. Porque de algún modo he sido un testigo de excepción de su dura existencia, es que no puedo evitar dedicarle este breve, último y cálido homenaje.
Ringo era un magnífico ejemplar de pastor alemán que reunía la mayoría de características físicas deseables para su raza, aunque el abandono en el que transcurrió casi la totalidad de su existencia, no contribuiría en nada para resaltar su imponente estampa natural.
Ya vivía en ese enorme y desolado predio, antes de que se inaugure la pista de karts, y de algún modo quedó como extraviado en una suerte de limbo administrativo al cambiar los concesionarios y terminó siendo transferido como una ‘parte’ -aunque viviente- de toda la infraestructura del local.
Fue silencioso testigo, durante nueve largos años, de mis innumerables y divertidas noches de triunfo en el trazado y, como contracara, testigo a su vez de mis denodados esfuerzos durante los últimos tres por superar mis evidentes limitaciones para jugar al fútbol, que sin embargo, no pocas veces se han visto recompensados, al culminar sufridos partidos, nada menos que como principal anotador.
Siempre se me acercaba meneando la cola porque sabía que lo premiaría con galletas y bocadillos que, junto con la cerveza, se expenden en el lugar. Eso sin contar que procuraba reforzar su precaria dieta, llevándole cuando podía, algo de comida cualquier día entre semana, hasta su tan inmenso -como poco acogedor- hogar.
Hace cinco meses, casualmente, lo salvé de una muerte horrible, al avisar a los propietarios que el pobre Ringo no podía cerrar el hocico y que, por lo mismo, no había comido ni bebido nada en más de dos días porque un hueso de cerdo se le había atracado en el maxilar. La ocasión sirvió para que le den, acaso su primer baño, para que lo desparasiten y luego de ello recobró peso y vitalidad.
La suspensión del campeonato por la llegada del verano y un mes de espantosas lluvias, además de otros problemas de índole personal, espaciaron mis visitas con alimento por el lugar.
El viernes de la semana que pasó, lo encontré en muy malas condiciones y apenas si se podía desplazar; tenía las orejas heridas e infectadas por una pelea con otros perros de la zona, atraídos por una hembra en celo que recientemente habitaba en el local. Y la infalible certeza que, en esas situaciones -por desgracia- siempre me acompaña, me hizo comprender que aquella sería mi última visita… y que nunca más lo volvería a ver… le tomé una mala fotografía y me quedé haciéndole compañía más tiempo de lo que era habitual.
Al finalizar aquella tarde, y gracias a mi gestión, supe que procedieron a curarle las heridas, pero que ya poco se podía hacer por mejorar su condición; y que algunas horas después, una última pelea con los perros que volvieron a invadir lo que siempre había sido su hogar, parece que fue lo último que el pobre Ringo pudo soportar… que su malogrado cuerpo no dio para más y que se había marchado para siempre en medio de la oscuridad y la soledad en la que siempre transcurrieron sus noches, y sin el consuelo y el calor de una voz o mano amiga, en un alejado rincón, como si hasta al final hubiese intentado no incomodar ni molestar.
“ Una semana después, justo el viernes que pasó, se reinició la temporada y, al final del partido, cuando todos nos reunimos para refrescarnos y comentar, simplemente nadie ha preguntado por ti, Ringo… nadie se ha dado cuenta de que ya no estás, como si nunca te hubieran visto… como si nunca hubieras existido… como si catorce años de una lucha porfiada y tenaz contra tantas privaciones como: el intenso frío de las noches de invierno, el calor abrasador de la primavera y el verano, las lluvias, y sin duda no pocas y largas jornadas de hambre y sed, no representaran al menos un penoso y heroico -aunque inútil- tributo a ese prodigio de la naturaleza al que conocemos como: 'vida' , que partiendo de la decoherencia cuántica, y a través de un complejo proceso de organización de la materia, culmina con la emergencia de la consciencia y con ella, de una ventana que a través de información altamente integrada, nos brinda la posibilidad de ese breve -pero fantástico- viaje experimental que, en el marco de determinadas leyes físicas y en un específico contexto espacio temporal, permite que percibamos al mundo como fenómeno observable y aparentemente contrapuesto a nuestra delusoria convicción de una absoluta individualidad… Privilegio único e irrepetible por el que, - aunque de antemano todos nos sabemos perdedores- bien vale la pena con todas nuestras fuerzas y hasta el postrero aliento, luchar…
Gustavo Rozas Valz
Feb 2012.
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