Siempre
sentí debilidad por los marginales, por los outsiders, por los no muy queridos
(o nada queridos), por los que, en el colegio, nadie quería jugar con ellos
porque eran antipáticos, melindrosos o callados; por los que nadie invitaba a
las fiestas porque no eran muy bacanes ni muy guapos; por las chicas que nadie
sacaba a bailar porque no eran muy bonitas o quizá muy pobres; o por el
contrario, porque eran muy presumidas y odiosas… a mí me simpatizaban.
También
me simpatizó siempre el morenito despreciado en el grupo de blancos y la
blanquita maltratada en el grupo de morenas… siempre. Me simpatizó siempre el
deportista odiado por drogadicto y soberbio, la periodista que solía quedarse
sin trabajo por no ser políticamente correcta ni sobona, el escritor al que
nadie quería porque nunca le chupó las medias a nadie y dijo lo que
pensaba.
Me
simpatizaron también, siempre, todos los políticos que nunca conocí, que nadie
conoció y que nunca salieron en los medios porque nunca hicieron nada (y eso,
en un político, es bastante). También me cayeron siempre bien las personas que
fueron expulsadas de varios grupos de amigos porque se emborracharon y las
embarraron, porque se atrevieron a decir alguna verdad que no era conveniente o
no le hicieron la corte a ninguna ‘vaca sagrada’ y ahora deambulan los fines de
semana solos por las noches sin saber qué hacer.
Me
cayeron siempre bien las mujeres que se atrevieron a hacer de su cuero correas
y eso les valió ser tildadas de perras y ser por eso marginadas por sus propias
congéneres y amigas, los que se atrevieron a declarar su amor a sabiendas que
serían brutal y humillantemente rechazados. Me cayeron bien siempre, los que se
atrevieron a ir un matrimonio sin terno y sin estar invitados, los que se
atrevieron a mandar a la mierda a su jefe y ahora aplanan las calles con su
curriculum en la mano, los que tuvieron el valor de dejar a la pareja que
amaban porque no se sintieron queridos en igual proporción, y se atrevieron a
estar solos una y otra vez hasta quedarse totalmente solos; los que no tienen
facebook ni messenger ni twitter ni nada de eso porque no tienen a quien
agregar y pueden revisar sus correos una vez a la semana para ver sus
blogs.
En
conclusión: los apestados, los odiosos, los antipáticos, a los que pocos o
nadie quiere mucho (o nada)… a mí me caen muy bien. Seguro porque son más
valientes que yo. Por eso me caen bien. Siempre me cayeron bien.
MAURICIO
ROZAS VALZ
Ahhh... ahora entiendo porque te caigo bien y porque somos amigos, jo!!!
ResponderEliminarEn mi prom habian varias personas como las q mencionas y sabes qué? ahora son más exitosas q muchas de las q se burlaban de ellas!
ResponderEliminarmmmm entiendo porque somos seguidores en el TL,bendiciones
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