Pobres los niños ricos de hoy. Cómo han cambiado las cosas para ellos. Encima, deben de sentirse afortunados, pues para los no-ricos, la cosa es peor. Sus vacaciones anuales, se han reducido de tres meses y medio… a sólo dos en el mejor de los casos, y a ninguno en el peor. Comenzarán clases a inicios de marzo. Además, su calvario no terminara a las dos o tres p.m. Luego vendrán las clases de computación, de inglés, de karate, etc. Posteriormente la tarea y el estudio en sí. Y así, su jornada será igual o mayor a la de un adulto, ocasionándoles el llamado: “Stress infantil”.
Llegadas al fin sus pseudo-vacaciones, tendrán que asistir a programas de vacaciones útiles, reforzamiento y demás pretextos para deshacerse de ellos. Como si no fuese suficiente, si algo sale mal, no recibirán la reprimenda únicamente del profesor y los padres, muchos de ellos tendrán que dar explicaciones al padrastro o a la madrastra de turno. Aprenderán a jugar fútbol, a la guerra y a los vaqueros en una computadora. Su despertar sexual será adelantado a fuerza de tanto estímulo televisivo. El apego a la empleada, será permanentemente cortado por oportunos cambios decididos por la madre, a la que sólo moverá los celos y poco le importará el sufrimiento del niño.
Grande será su frustración, cuando con sólo dos o tres años, pasen de ser el centro de atención a un segundo plano, ya sea por la llegada de un hermano o simplemente porque dejaron de ser novedad, crecieron algo, ya caminan y hablan más de la cuenta, y ya es hora de mandarlos al nido. Es aquí donde empieza lo triste, serán persuadidos con engaños para cruzar la puerta de su primer presidio… pero bobos no son, por eso su llanto será inconsolable, sabrán en el fondo que eso es sólo el comienzo, que su libertad terminó.
MAURICIO ROZAS VALZ
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