El ser humano es un animal social, qué duda cabe. Desde
pequeños aprendemos a alternar con el prójimo. Intercambiamos palabras, preguntamos
nombres y damos el nuestro. Hacemos muchas preguntas y respondemos otras tantas
cuando alguien se cruza por nuestro destino.
El juego es siempre el mismo, casi inmediatamente surgen las simpatías y
las antipatías. Muchas veces también las simpatías mutan en antipatías y
viceversa. Luego vienen los intercambios
de tarjetas o números telefónicos, direcciones de correo, etc. Así se inician
nuestros vínculos sociales, ya sea por trabajo, colonia, vecindad y etcétera; y
así se va formando nuestro entorno social, el cual permanentemente se renueva
casi sin darnos ni cuenta.
Las decenas de personas que conocimos de niños, fueron
entrando y desapareciendo primero de nuestro entorno, y luego la mayor parte
incluso desaparece de nuestra memoria; ya
sea porque cambiamos de barrio, colegio, ciudad, etc. Luego viene la
universidad, el primer trabajo, el segundo, el tercero; y así, vamos conociendo
y hasta queriendo a cientos de personas que pronto vamos olvidando y dejando de
querer.
Pocas personas logran saltar todos los altos muros que
marcan los cambios más significativos de nuestra vida. Y aun así, lo mejor es,
creo, que a esas pocas personas que logran mantenerse vivas en nuestra memoria
y corazón, nunca las lleguemos a conocer demasiado bien. Siempre será mejor (si
queremos seguir queriendo a alguien), vivir un poco engañados. Nunca pasar del
todo de la superficie. Si nos dejamos ganar por nuestra curiosidad e
incontrolable sed de verdad, lo más probable es que veamos a estas queridas
personas de perfil (parafraseando a Vallejo), veremos su oscura sombra, su
miseria interior. Así la decepción estará garantizada.
No escarbemos demasiado en la intimidad de una persona si
no queremos decepcionarnos, tampoco dejemos que se escarbe en la nuestra si no
queremos decepcionar. La verdad es el bien supremo, pero no siempre debe de
saberse.
MAURICIO ROZAS VALZ
El consejo resulta inapelablemente válido. En la medida que de que nuestro prestigio y buen nombre no dependa del comportamiento social de una determinada persona, es mejor no esperar de ellas,´nada más de lo que buenamente nos puedan brindar.
ResponderEliminarMuy a propósito se me viene a la mente una cita de Séneca, que en el epílogo de un libro sobre psicoanálisis,menciona el Dr. Steckel: " No es frecuente pero es accidente, caer del carruaje o sufrir un naufragio. El humo anuncia un incendio, las estructuras crujen antes de derrumbarse... Pero la corrupción humana se agazapa cuidadosamente, y tanto más cuidadosamente cuanto más próxima está a estallar... No puedes confiar en los rostros que te salen al paso; su apariencia es humana, pero su espíritu es ¡salvaje!. El hombre goza destruyendo al hombre...
GUSTAVO ROZAS VALZ.
Magistral cita de Séneca...
EliminarY bueno....no debe saberse, si y no, ¿verdad? por que si estamos hablando de cosas reñidas con la moral, la ética, la honestidad y las buenas costumbres yo, definitivamente, preferiría saber, sobre todo, si se trata de alguien que pertenece a un entorno reletivamente cercano o de una persona o personas que tienen la intención de tentar un cargo o puesto público.
ResponderEliminarTambién es cierto lo que dices, gringa.
EliminarCuanta verdad hay en tus palabras Mauricio !
ResponderEliminarMuchas gracias por eso.
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