Se encontraba haciendo limpieza general. Siempre
dejaba para el final su mediana biblioteca que ocupaba toda una pared.
Cepillaba con prolijidad y quitaba el polvo de todos y cada uno de los libros,
uno por uno, con mucha paciencia. Era la parte que más disfrutaba de su día de
limpieza general. Iba ya por el último anaquel y por los últimos libros cuando
de pronto encontró algo detrás de ellos: eran seis cubiletes de cuero rojo
envueltos en plástico. Dentro de cada uno de ellos había un chisguete metálico
sin etiqueta, totalmente vacío y arrugado. Eso le trajo muchos recuerdos y le
invadió la nostalgia hasta hacerle arrancar en llantos inconsolables. Recordó
cómo le gustaba jugar con esos cubiletes y su extraña manía de guardar en ellos
los chisguetes vacíos de las pomadas que usaba para calmar su dolor. Recordó su
risa y su sonrisa, su olor y su voz, sus lápices y sus plumas fuente. Le
parecía increíble que habiendo pasado tantos años su dolor sea igual que el
primer día del ya nunca más.
El llanto no calmaba, entonces tomó su moderno
automóvil que estaba parqueado en la cocina y salió de su departamento bajando
por las escaleras desde el piso nueve. Poco antes de llegar al primer piso bajó
la velocidad y tocó el claxon, no quería lastimar al portero que era su amigo,
su gran amigo, su único amigo.
MAURICIO ROZAS VALZ
Ayyy, yo tengo...hace años que no juego...lo havíamos con la gente del IPP
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