Hoy se cumple un aniversario más
de la exitosa operación del rescate de los rehenes de la Residencia del
Embajador del Japón en Lima. Al respecto, pienso que hablar de ‘celebración’,
sería una desconsideración con los soldados y el rehén que fallecieron en
aquella operación, y todo por culpa de la insania de un grupo de delincuentes
que, porque les dio la gana y les pareció arbitrariamente necesario, privaron
de su libertad a un grupo de personas, reduciendo sus vidas a simple moneda de
cambio para sus siniestros fines. A esta modalidad de crimen se le conoce como
secuestro y extorsión, y es quizás, una de las más perversas y cobardes
modalidades de crimen que puede haber.
Los resultados de cómo terminó
todo esto ya todos los conocemos, y lo que más llama la atención –también
indigna y rebela- es que haya
posiciones -penosa y vergonzosamente
mezquinas- que hasta el día de hoy, y
habiendo transcurrido largos quince años, aún pretenden cubrir aquella
operación de rescate con un halo de ignominia, tratando de igualar hacia abajo
a los dos grupos que participaron en ese combate, como si de dos ejércitos o
dos bandas de delincuentes se tratase… pero felizmente la gran mayoría de
peruanos sabemos que no fue así, que fue el triunfo de la ley sobre el delito,
de un grupo de valientes soldados peruanos, sobre otro grupo de cobardes
delincuentes… y esa es la verdad. ¡Punto!
Lamentablemente, aún existen
grupos trasnochados de izquierda que no tienen el menor pudor en dejar clara su
posición del lado del crimen. No les avergüenza ni les ruboriza el tomar
partido descaradamente por los criminales terroristas con el fatuo y absurdo
argumento de que ellos -que son tan buenitos,
nobles, justos y además intelectual y moralmente superiores a los demás- defienden los derechos humanos ‘de todos’, es
decir, que desde su inalcanzable pináculo de superioridad moral (desde el cual
miran al resto con complaciente piedad), lo que hacen es ‘buscar justicia’, y no descansarán en su afán de ‘vengar’ a los
del grupo con el que siempre simpatizaron, es decir: ‘los delincuentes
terroristas’.
Aquella derrota de sus émulos, el
22 de Abril de 1997, aún les duele. Acudirán a sus instituciones amigas, como
son la CIDH y la Corte de San José. Obviamente negarán que así sea. Repetirán
que ellos solo buscan justicia. Tildarán de ‘ignorante’ o ‘fujimontesinista’ a
todo aquel que ose contradecirlos o desenmascararlos. No se les ocurren nuevos
adjetivos porque no los tienen. Saben que lo que aquí expongo es verdad.
Desde estas modestas líneas de
Común Mortal y ciudadano de a pie, rindo homenaje a los soldados y al rehén que
cayeron en aquella gesta, y declaro mi eterna gratitud al grupo de comandos que
participaron en ella.
MAURICIO ROZAS VALZ
La declaración de los derechos Humanos representó un paso y logro trascendental. Ahora, todo referente ético o jurídico merece una evaluación en el tiempo y necesarios ajustes en su aplicación práctica... Los derechos humanos que vuelvo a repetir, son fundamentales e irrenunciables, no son un "dogma" de fé y por lo mismo no están exentos de un necesario proceso de " revisión".
ResponderEliminarMientras no consigamos hablar fuerte, claro y sin hipocresía. Mientras no seamos capaces de hacer distinciones entre ciudadanos ( con derechos irrenunciables ) y criminales ( sin derecho alguno ) los derechos humanos para " todos" sin excepciones se terminan convirtiendo en una farsa tragicómica y ridícula.
Derechos humanos para los humanos. Ni criminales ni terroristas deberían ampararse en ellos. Si no somos capaces de poner ese tema a la brevedad y en consenso internacional sobre la mesa, se impondrán según cada país de seguir dos tendencias ambas peligrosas e inicuas... La primera, de seguir reconociendo derechos a quienes no los respetan, atando de manos a las autoridades y fuerzas armadas como policiales en evidente perjuicio para los ciudadanos amantes de la ley. O en su defecto, ceder a la presión de las tendencias más " reaccionarias" que promueven estados sin derechos fundamentales, que a la larga también terminan perjudicando a los ciudadanos comunes y corrientes, que sin saberlo quedan desamparados ante la prepotencia y el abuso de los aparatos policiales, militares y judiciales, como de hecho se da en los regímenes totalitarios sean estos de izquierda o derecha.
Saludos.
GUSTAVO ROZAS VALZ.