Una casualidad quiso que
justo pasara cerca de la mesa donde se encontraba conversando con un
amigo, que sin previo acuerdo, lo citó para conversar y tomar algunas cervezas en
aquel concurrido local. Había rehusado a salir ese día, para salir
solos la noche siguiente. Ella se encontraba en compañía de dos amigas y saludó
alegremente al pasar, haciendo graciosamente el ademán de que la llamase
mañana. A ellos los acompañaba un conocido que, sin haber sido invitado, se
zampó en su mesa y para colmo acaparó
toda la conversación… - ¿La conoces?,
inmediatamente preguntó. .- Sí, respondió lacónicamente con su prudencia y
desconfianza habitual.
Le gustaba desde hacía mucho
tiempo, pero no había tenido oportunidad de conocerla, hasta que un amigo en común los presentó. Esperó a encontrársela en
más de una oportunidad para al fin tomar el valor necesario y poder entablar una
breve conversación con ella, para luego invitarla a salir.
- Muy rica ¿no? (Comentó el pesado) pero más jugadoraa, - ¿Sí?
Preguntó su amigo Juan Carlos, mientras él se mantenía en un expectante
silencio…- Síii loco, esta fue amante de Fernando Moreira, recuerdo que fue
todo un chongazo cuando se enteró Claudia y la cuadró feo… y hasta habló con sus papás; unos tíos muy correctos, y a la loca no le quedó más remedio que zafar;
y obviamente ante la amenaza de un divorcio, Fernandito la
tuvo que dejarla sin piso… no había otra. ¿Cuándo fue eso? Preguntó con
curiosidad Juan Carlos, - hace como dos
años… más o menos… pero me estoy acordando que el verano pasado, en la fiesta de año nuevo,
se agarró a un chibolo de dieciocho, ocho
años menor que ella que había llegado de
visita por vacaciones de verano y es sobrino de un pata de ustedes… el “colorao Fabrizio”; seguro lo conocen ¿no? - Sí, contestó con desgano Gabriel.- ¡Claaro que sí!
respondió más entusiasta Juan Carlos.
Bueno, prosiguió el zampón y chismoso insufrible de Freddy, la cosa es
que la flaca al día siguiente, se dio cuenta de la mala pasada que le jugaron
los tragos y no quería darle cara al chibolo, que seguro se quedó entusiasmado
y con ganas de mucho más… jajaja, rieron
a carcajadas ambos, mientras él se
mantuvo en total silencio.
Habían salido apenas dos
veces… pero sólo contaba una; porque la primera fue una salida a un local
nocturno donde se encontrarían con amistades de ella, cosa que no era
precisamente de su agrado, pero no tuvo el valor de oponerse. Recordó que le
había gustado su actitud y comportamiento… y su celular, a pesar de haber
timbrado por lo menos en tres ocasiones, no estaba en la sospechosa modalidad
de vibración, ni se alejó de la mesa en ningún momento para contestar. Pero al final de esa velada, que después de
todo no resultó lo tediosa que imaginó ( odiaba esas situaciones de salidas
grupales ) no desaprovechó la oportunidad al despedirse para comprometerla a una verdadera
salida, es decir: ‘solos’, y en un día
que por casualidad era para él solía ser
el más propicio y de mejores augurios: “
salimos el domingo a almorzar y luego
adonde nos lleve la tarde…” le propuso… ya, le contestó ella, aunque un tanto sorprendida por el día y el horario.
La desagradable revelación
de Freddy, simplemente le cayó como un baldazo de agua helada… su sistema inmunológico
siempre alerta se activó automáticamente poniendo en marcha como un
infalible antídoto a su febril imaginación. No le costó mucho imaginar al patán insufrible de Fernando en una sucia
habitación de un motel al paso con ella, y tampoco pavoneándose luego de su
pendejada cuando se echaba alguno tragos
con los amigotes; al muchacho no pudo visualizarlo por más que lo intentó, porque no había forma de relacionar
la imagen de un niño de diez años con facciones indefinidas, con un hombre
capaz de haberle parecido deseable a ella; pero en todo caso, con el tal Fernando tenía suficiente. De
inmediato sintió unas desagradables náuseas y un involuntario -aunque
felizmente controlable- deseo de
vomitar… Fernando era incluso algunos
años mayor que él, que le llevaba no pocos años a ella; sin duda se trataba de un patán insufrible y
fanfarrón de verborrea barata y bromas y chistes de muy mal gusto; había
coincidido en algunas reuniones sociales con él y siempre le desagradó su forma
de expresarse y pasarse de confianza con la gente. Alguna vez intentó ensayar
alguna de sus desagradables tomaduras de pelo con él pero lo desanimó
rápidamente, fulminándolo con una mirada
de esas que tácitamente le advirtieron que no se trataba de otro beta capaz de
soportar sus insolencias, sino de un
Alpha en toda regla, por lo que tendría
que asumir las desagradables consecuencias. Recordó que lo que más le
sorprendía de ese abyecto personaje, era la envidiable devoción que le tenía su guapa esposa; devoción que, al menos en lo que a su
experiencia se refería, por desgracia sólo eran capaces de despertar precisamente los tipos más simplones y
canallas, y para colmo, no sólo le
festejaba todas las estupideces que hablaba, sino que además, su lenguaje
corporal o expresión facial, jamás
dejaba el menor resquicio para la
sospecha del menor coqueteo o contacto
visual que pudiera mal interpretarse con
ningún otro hombre que no fuera su
insufrible marido; mientras otras
esposas y parejas… o bien se reunían en grupos para hablar de temas pueriles como los hijos, ropa,
chismes o la casa, cuando no y mucho peor aún, para
conversar de otros hombres y hasta coquetear descaradamente con otros asistentes
cuando se encontraban fuera del campo visual de sus distraídas y confiadas
parejas oficiales.
Sumido en esas reflexiones,
había perdido toda conciencia de su entorno y hasta de la conversación que continuaba
en su propia mesa… - ¡Oye! Le habló
fuerte Juan Carlos: te quedaste mudo compadre… ¿ te sientes bien? -No, le
contestó Gabriel, la verdad es que me parece que el piqueo me ha caído mal,
creo que mejor me voy a casa, los dejo, respondió…
No te vayas todavía hombre, tómate una sal de andrews y luego entramos al pub de
al lado donde estarán unas amigas de Freddy que están muy buenas… No, le dijo Gabriel, lo dejamos para otro
día… dejó su parte de la cuenta e inició el largo recorrido de camino a los
estacionamientos, pero antes, cedió al
apremio de pasar un momento por los
sanitarios. Una vez adentro, decidió que
sería una buena idea facilitar su impulso inicial de devolver todo lo comido y
bebido en las horas anteriores; superado el desagradable trance y mientras se
dirigía a los surtidores de agua, se sintió muy aliviado, como exorcizado; y aunque era una costumbre que odiaba por parecerle
de muy mal gusto, a pesar que era una escena muy común en los baños de los
locales nocturnos, procedió a lavarse la cara y a mojarse el cabello, y mientras
permaneció por algunos segundos observando la imagen
reflejada de sus facciones en aquel espejo… evocó un recuerdo de la invernal
tarde de su cumpleaños número seis, cuando parado tal como ahora frente a un espejo, pero con el dorado sol de
las cuatro reflejado en un costado del mismo, decidió preservar para siempre
esa imagen con el firme propósito de que
luego le sirviera como referente para apreciar
su metamorfosis con el transcurrir de
los años… recordó también, que desde aquella vez tuvo el presentimiento -que luego se convertiría en certeza- que la
imagen que tenemos de nosotros mismos, difícilmente se asemeja a la imagen que de nosotros, realmente tienen
los demás.
Cuando por fin abandonó el
enorme estacionamiento subterráneo de aquel enorme complejo comercial, se percató de que llovía con gran intensidad.
Encendió su autoestéreo y casualmente se iniciaba la canción “head on” de The Jesus and Mary
Chain, que tanto le había gustado a ella, y que no había dudado en demostrarlo con su
soltura y gracia natural, sacudiendo
rítmica y frenéticamente su larga
cabellera hacia adelante y hacia atrás y por momentos hacia los lados,
cubriéndole coquetamente el rosto que
sólo por fugaces instantes dejaba al descubierto una pícara sonrisa de
complicidad. Ella parecía feliz y él lo
estaba aún más… “entonces pasas por mí mañana a las diez, precioso” era lo último que le
había dicho ella… no había transcurrido más
de una semana completa desde aquel encuentro, pero para esas
horas todo ello parecía ya el
pálido recuerdo de un pasado muy
distante… Así que eso fue todo, pensó, y
mientras pisaba a fondo el acelerador, elevó a su vez el volumen del equipo justo cuando un poderoso hit de batería y solo de guitarra que
servían como interludio, daban inicio al segundo movimiento de la canción… del asfalto húmedo de aquella
noche lluviosa, parecían desprenderse
como fuegos fatuos, el reflejo intenso
de la luz de los postes y de los
letreros luminosos del lugar… todo mientras que, como las gotas de lluvia que impactaban en su
parabrisas delantero, lenta pero inexorablemente… el espejismo de sus facciones y cabellera se escurría para siempre por el laberinto más intrincado e insondable
de su memoria de corto plazo… hasta que sólo sobrevivió la vívida imagen de su sonrisa que, después de
todo, era lo que realmente lo había cautivado.
Gustavo Rozas Valz – ( dic
2012 )
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