Esta noche promete ser larga, muy larga y
silenciosa; lo suficiente como para invitar a algunos fantasmas.
Llegarán esos fantasmas. Traerán sus quejas y
sus pedidos de perdón y su amor leve (y del otro).
Se sentarán a mi mesa, esos fantasmas
queridos (y los otros, los que de verdad me dan miedo porque no les pedí perdón
a tiempo).
Un fantasma traerá un vaso descartable con
jugo de limón y unas gotas de sangre y lágrimas preguntándome ¿por qué?
Otro
fantasma me traerá un poncho de lana, llegará también muy triste y con una foto
que querrá mostrarme...
El
otro fantasma sólo me abrazará y podré sentir su peculiar olor y me mirará con
sus ojos de niño que me pide que no lo abandone.
Luego
llegará otro fantasma que no querrá compartir con los demás, me pedirá que los
bote y que me siente al pie de la cama a escucharle.
Y
luego vendrá otro fantasma más viejo, molesto porque lo ando invocando... me
dirá que ya estoy viejo para pedirle túneles de trencitos.
Hay
también un fantasmita muy pequeño que no sabe hablar pero que se hace entender
y me demostrará su amor inconmensurable, infinito… y querrá besarme el
antebrazo sollozando.
Todos
ellos me visitarán esta noche. No permitiré que se peleen ni que hagan escenas
de celos. Sé que le gusta a cada uno. Estoy preparado.
Mis fantasmas no son prosaicos, ni necios, ni
siquiera el más pequeño. Me piden que los atienda y eso voy a hacer.
Con su permiso
MAURICIO ROZAS VALZ
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