Si nos ponemos optimistas, veremos que hasta a la fiebre
se le puede sacar provecho. Es bajo estados febriles intensos que nuestra
imaginación se excita y, en base al estado anímico por el que pasemos, podemos
ver películas alucinantes proyectadas en el ecran tridimensional de nuestra mente.
No hay que tenerles miedo. Suelen ser terroríficas y asfixiantes, pero también
eso se puede disfrutar.
Las alucinaciones y las pesadillas, al igual que algunas
novelas y las películas sórdidas, nos dejan el placer de despertar a una
realidad no tan atroz si comparamos ambos escenarios; es más, nuestra realidad
puede parecernos hasta maravillosa. Cosa muy distinta a los sueños, en los que
algunos de nuestros más anhelados deseos se cumplen en escenarios celestiales e
imposibles de encontrar sobre la tierra. Sueños en los que aparecen
personajes a los que conocemos y
queremos con amor unilateral y triste… y de pronto los vemos transformados en
encantadores fantasmas que nos cobijan y arropan con ternura y mágica complicidad, y que resulta quimérica
en la árida realidad a la que despertamos… frustrados, tristes y desencantados;
maldiciendo el hecho de haber despertado y anhelando volver a dormir para que
aquellos sueños continúen y no despertar jamás.
MAURICIO ROZAS VALZ
Me encantó.
ResponderEliminarGracias, compañera
ResponderEliminarExcelente :0, en verdad, buenisimo.
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