Se ha escrito mucho sobre el tema de la ética y la moral. Al respecto, no sería conveniente entrar en detalles llenos de subjetividades que colindan con lo cultural y lo histórico, puesto que lo que este modesto servidor intenta, a través de estas líneas, no es abrir un debate bizantino, agotador e inconducente. Simplemente trataré -con las limitaciones propias de un artículo breve- de ser lo más explícito posible sobre el tema del maltrato animal.
Empezaremos por aclarar el trillado -y no menos respetable- tema del vegetarianismo, como opción legítima de libre elección de las personas, más no como condición sine qua non, para defender la causa del maltrato animal. La especie humana, como los felinos, los osos, los escualos e incluso algunos primates, es una especie carnívora, y está probado científicamente que el salto exponencial del cerebro del humano actual se dio desde que comenzó a comer carne. El hombre primitivo, salía en hordas a cazar animales con lanzas y otros objetos para alimentarse con su carne y abrigarse con sus pieles. Luego, ya con la evolución de la especie y la formación de las tribus que finalmente se convirtieron en ciudades… fue que se creó la industria de crianza de animales para su posterior sacrificio y consumo. La carne contiene proteína, que es un nutriente básico y además, no sólo es necesaria, sino que la necesidad de ingerirla forma parte de nuestro instinto más primitivo.
Pregunto ¿qué tendrá que ver el ser carnívoro con que se disfrute de torturar y maltratar un animal? ¿Es acaso ‘malo’ un león, o un oso por atacar otro animal para matarlo y comérselo? Si a alguien le gusta la carne de pavo ¿Eso le daría derecho a cubrirlo de clavos y agujas provocándole intensos dolores, y encima a invitar a sus amigos (que pagan entrada) para que aplaudan emocionados y sonrientes mientras el animal se desangra y desgarra de dolor? ¿Qué necesidad básica de alimentación podría justificar, el llenar a un indefenso ganso con el pico amarrado hacia arriba hasta que reviente para preparar el embutido foie gras? ¿Qué necesidad básica de alimentación podría haber en una persona rica que sale a matar animales al campo, sólo para lucir ante sus amistades su buena puntería y probar sus armas nuevas, y quedar como muy excéntrico colgando las cabezas de sus víctimas en su sala? ¿Qué necesidad básica de alimentación podría haber en una persona que con su caña nueva sale a matar peces sólo por distraerse, y encima lleva a sus hijos para que vean al pobre pez retorcerse en su agonía? Ya existe una industria de la pesca y del ganado de engorde. Si fuera para comer, podría comprar carne de animales ya muertos que venden en los mercados… esos animales muertos no obedecen a ninguna necesidad, sino al solo placer de matar animales indefensos.
Los que llaman ‘hobbie’ a la caza, ‘deporte’ a la pesca, ‘tradición’ a las corridas de toros, y otros eufemismos de placeres perversos y malvados, que no mientan pues, que no le acomoden el nombre a su perversión. Por qué no admiten, de una vez por todas, que lo que realmente buscan es saciar su sed de sangre, su gusto por el sufrimiento, su placer de actuar con ventaja y su instinto asesino reprimido. Por qué no admiten que, lo que realmente les gusta es matar, sobre todo con ventaja. Por qué no admiten, quienes gustan de las corridas de toros, que lo que realmente les gusta: es ver desangrarse y sufrir dolores espantosos a los pobres toros, y por qué no, para variar, ver que eventualmente un torero muere despanzurrado?
Al comienzo de este artículo, mencioné la palabra moral. Creo que me extendí demasiado… lo que quise decir era que, aquello que llamamos: ‘Madurez Moral’ no es otra cosa que la capacidad de ponernos en los zapatos ‘del otro’. En el caso de los toros, ponernos en sus pezuñas, y así… de acuerdo al animal que sufra maltrato. Todos pasamos por etapas irreflexivas, etapas en que no tomamos conciencia de nuestros actos y aún no aprendemos a ponernos en los zapatos ‘del otro’. Durante esas etapas somos capaces de cualquier atrocidad. Sólo son necesarios diez segundos de lucidez, de vernos en los ojos de un inocente animal, de tratar de imaginar en nuestro cuerpo el dolor y el horror que pueden padecer… entonces, luego de que nos han sido dados por la gracia estos diez segundos de lucidez… ya no hay marcha atrás.
MAURICIO ROZAS VALZ