Feliz día a todas la mujeres. ‘A todas’, sí, a todas;
empezando por mi madre, mis extintas abuelas, mis tías, mis primas, mis
sobrinas, mis amigas, mis examigas, mis exnovias, mis examantes, mis conocidas
y hasta la infinidad de mujeres que nunca conoceré. Las que me quisieron
mucho, las que me quisieron poco, las que aún me quieren, las que aún me
guardan rencor y para las que simplemente nunca existí.
Desde la escritora más prolífica, la profesional más
exitosa, la señora que me ayuda con la limpieza y plancha mi ropa con
prolijidad; la trabajadora, la ociosa, la responsable, la descuidada,
la virtuosa, la simplona, la seriecita, la no tan seriecita, la mujer de un
solo hombre, la de muchos hombres, la de una sola mujer o de muchas mujeres, la
de hombres y mujeres y también la prostituta de la esquina… todas. En la
estadística, las mujeres realmente malas y poco valiosas son muy pocas. Casi
todas, incluso las que nos caen muy mal o de alguna manera condenamos o
despreciamos, tienen algo maravilloso e
instintivamente protector y maternal con al menos una criatura en especial.
Todas tienen eso que nunca tendremos los hombres… sí, ese calorcito en su
regazo reservado para alguien especial, sean sus hijos, sus padres, sus
sobrinos carnales o de cariño, algún novio, amante, amigo o algún animalito.
Las mujeres dan luz, color y calor a cualquier lugar que
habiten, sea la mansión lujosa, la oficina más moderna, el puesto del
mercadillo y hasta el infierno de una prisión.
¡Feliz día de la mujer!
MAURICIO ROZAS VALZ
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