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viernes, 21 de junio de 2013

OJOS NEGROS




  





     Me llamó una noche. No recuerdo con precisión cómo fue que consiguió mi número. Habían pasado algunos años, los suficientes para no olvidarla. Era una historia que yo había dado por concluida de forma irreversible, tuve que comerme mis palabras crudas y sin sal. 

     Quedamos en vernos al día siguiente. Su voz y sus comentarios inoportunos pero no menos graciosos no habían cambiado en nada desde la última vez que la vi. Tampoco podía olvidar del todo la angustia de aquella despedida que, hasta hacía unos minutos, creía definitiva. El tiempo transcurrido había sido el preciso para cicatrizar las heridas sin que terminara el amor. A pesar de lo irreversible que creía nuestro adiós definitivo, algo me decía que aquello merecía un final de novela. No era justo que terminase como terminó, no era justo, para nada. Ese final mediocre estaba bien para cerrar un capítulo, y ni siquiera eso, estaba bien para finalizar un amor vulgar de dos simplones, pero no para cerrar el nuestro.

     Lo nuestro era una novela, y debía terminar como tal.

     Esa noche no dormí bien, las horas del día se hicieron interminables y en mi mente sólo transcurrían pasajes que creía olvidados y también posibles escenas que vería más tarde. Ella lo ocupaba todo. 

     Llegué a la dirección que me había dado. Me esperaba afuera, de pie sobre la acera. Y sí, era ella, estaba igual, todo igual, no había cambiado nada. Llevaba puesto un vestido de verano que dejaba al descubierto toda su espalda desde la nuca, perfecta, bronceada y que ella sabía que era mi debilidad. Sí que era perversa, no había cambiado. Y yo me dejaba caer sin resistencia.

     La llevé a almorzar a un viejo restaurant al que voy desde pequeño. Es a ese restaurant adonde siempre he llevado a mis novias, ex-novias, “afanes”, amigas, compañeras de trabajo, primas y hasta tías. Los mozos de aquel lugar son los mismos desde hace veinte años. Ellos creen que soy un mujeriego sin remedio. Cuán equivocados están ¡Ya lo hubiese querido! En todo caso, no tengo prisa para que se sepa la verdad, pero ése es otro tema. Yo pedí lo de siempre y ella un plato dietético. Bebimos unas cervezas. Luego de la tercera botella mi voz por fin se serenó un poco, ya no me trababa y ella que reía a carcajadas al ver que me salpicaba el guiso y se me caían los cubiertos de las manos. Conversamos mucho, me fue contando todo lo que había acontecido en su agitada vida en los últimos años. La verdadera novela era la suya, yo era simplemente un personaje más que pretendía protagonizar uno de sus más intensos capítulos, y creo que así fue.

     Fue a partir de ese prolongado almuerzo que empezó una larga historia de convivencias breves, dolorosas separaciones que no duraban mucho, cortos viajes a lugares cercanos que parecían brevísimas lunas de miel, extensas y frecuentes cartas manuscritas que describían con precisión el dolor que nuestra ausencia provocaba en el otro. 

     Todo terminó una noche, luego de una prolongada agonía de dos meses. Eran los estertores del amor y la valiente resistencia que opusimos ambos a un final que sabíamos en el fondo inexorable. Aquella triste noche ella repetía una y otra vez en su estéreo la canción “Ojos negros” que, según ella, le hacía recordarme. 

     Finalmente nuestra historia tenía un final de novela. Las cuentas estaban saldadas. No me podía quejar. Era lo que yo buscaba.


MAURICIO ROZAS VALZ

4 comentarios:

  1. Hermoso relato... Lleno de melancolía.

    No creo haya sido un final de novela, sólo sirvió para cerrar un ciclo de sus vidas, el cual mantuvo retumbando sus memorias con los recuerdos que aún llenos de heridas, no podían vencer el amor que se sentían..



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    1. Buen punto. Gracias por el comentario

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    2. Me dejó pensando, y un poco triste, sobretodo porque yo sí creo en esos amores que son para siempre. Me encanta leerte, como siempre, es un espacio en el que puedo desacelerar, al menos por un rato ;)

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  2. Gracias como siempre por comentar, Su. Eres generosa. Tengo un texto sobe el amor eterno en este blog. Se llama 'Aventurera' y es de los primeros. Un abrazo.

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