Cuan ofensiva e hiriente puede
resultar la palabra “VIEJO”, cuando se
pronuncia a manera de insulto. Qué fácil nos resulta decir: VIEJO a una persona
mayor cuando somos niños o adolescentes y vemos esa situación muy lejana, y no
tomamos en cuenta lo rápido que pasa el tiempo.
Aún siendo jóvenes y estando
relativamente lejos a la vejez, la primera vez que se refieren a nosotros con
dicha palabra, sentimos un hierro caliente atravesándonos las entrañas… incluso
si nos es dicha en tono de broma, sin mala intención... cariñosamente. Es en
ese momento que deberíamos tomar consciencia de lo doloroso que debe resultar
escucharla a alguien que realmente lo es y ya no tiene referentes mayores con quien
desquitarse diciéndole lo mismo.
Además ¡Qué absurdo! ¿Acaso no
deseamos todos vivir lo más que se pueda? Independientemente de lo feliz o desdichada
que sea nuestra vida, lo que menos deseamos es la muerte (y el que diga que no teme a la muerte ¡Miente!
Aun el suicida teme a la muerte).
Entonces, si tenemos la suerte de no
morir jóvenes… necesariamente llegaremos a viejos y no nos gustara que nos lo
recuerden a cada rato, y menos a manera
de insulto. Ya bastante tendremos con las limitaciones propias de la vejez y
el sabernos próximos al final.
MAURICIO ROZAS VALZ
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