Fue un sábado primaveral: en
un bonito bus de turismo, viajaban Los Toribianitos, muy contentos ellos. Era
su día de campo. Al volante iba Paulo Coelho, quien muy sonriente les iba
narrando el paisaje, acompañando su discurso con sus frases pelotudas como 'sé
feliz, porque si no eres feliz, serás infeliz...' y así.
De pronto, divisaron a los lejos a un viajero parado a un lado de la carretera en pleno desierto, quien estiraba el brazo en clara señal de quien pide un aventón. Era un tipo de cabellos largos que llevaba una guitarra colgada en el hombro derecho. Paulo detuvo el bus para recogerlo... y sí, era Ricardo Arjona, quien explicó a Paulo que el problema no era problema, el problema era que nadie lo quería llevar.
Subió
al bus y Los Toribianitos lo aplaudieron muy contentos. Le pidieron algunas
canciones y él, apoyado en una de las butacas, sacó su guitarra del estuche y
se puso a cantar: 'mujeres, lo que nos pidan podemos, si no podemos no existe,
y si no existe lo inventamos por ustedes, mujeres…'. Los Toribianitos cantaban
con él muy entusiastas, aplaudiendo. Paulo también cantaba mientras conducía.
Todos viajaban muy contentos, intercalando las canciones de Ricardo Arjona con algunas citas de los libros de Paulo Coelho. De pronto entraron a una zona de curvas y los frenos de bus empezaron a fallar. Paulo intentaba controlar el volante hasta que, en una de las curvas, el bus salió de la pista y cayó a un abismo de 300 metros.
Murieron todos.
FIN
MAURICIO ROZAS VALZ