Hoy
que –lamentablemente- están cobrando
protagonismo los fanatismos religiosos, y los oscuros y retrógradas líderes de
muchas sectas empiezan a emerger de sus pestilentes pantanos contaminados de
prejuicios y de ideas anacrónicas y estúpidas, vemos con preocupación que,
muchos pueblos -a los cuales les tomó décadas evolucionar e irse liberando de viejos
lastres- corren el evidente peligro de perder todo lo avanzado e involucionar a
niveles francamente alarmantes.
Ya
bastante tenemos con soportar, tragando saliva y mordiéndonos la lengua, viendo
a diario por las noticias las barbaridades que ocurren con las pobres mujeres
que tienen el infortunio de nacer en el seno un hogar regido por las leyes de
un estado teocrático musulmán. Ya bastante tenemos con soportar, en nuestra
propia realidad, el maltrato del que son víctimas cientos de miles de mujeres
estando esto penado por nuestras leyes, como para soportar la sola idea de que
estas atrocidades fueran aún más crueles y abusivas y encima al amparo de la
ley. El solo imaginarlo nos crispa los nervios.
Pues
hoy por hoy, todo eso -que nos crispa los nervios de solo imaginarlo- es una amenaza real y latente, ¿paranoia?
¿Exageración? Pues ni paranoia ni exageración. Actualmente Europa corre un
serio peligro de involucionar desde las propias raíces de las estructuras sobre
las que se han ido construyendo sus modernas y liberales sociedades. Las
libertades y los derechos elementales, que tanta lucha y tantos años costó a
las mujeres y a toda la sociedad en su conjunto alcanzar, corren el serio
peligro de irse perdiendo paulatinamente con un silencioso trabajo de
adoctrinamiento efectuado por estos grupos de fanáticos islamistas, el cual
empieza desde la niñez, haciendo mal uso y abuso de las libertades que
garantizan las democracias de los países en los que llevan a cabo sus siniestros
planes de expansión, libertades que ellos –por supuesto- jamás respetaron ni respetarían
en caso de alcanzar mayor poder.
En
nombre de la libertad de credo -que ellos no respetan- los musulmanes en Europa
se creen con el derecho divino de imponer a sus sufridas mujeres el usar las
humillantes burkas -y en el mejor de los casos a que se tapen el pelo y parte
del rostro-, lo cual constituye un abuso y una violación flagrante a las leyes
de los países democráticos que habitan y que garantizan la igualdad y el
respeto a la dignidad humana. Hace algunos años, el gobierno francés tomó la
acertada medida de prohibir, al menos en colegios, que los niños fueran
vestidos con atuendos distintivos religiosos, lo que provocó airadas protestas
de parte de estos grupos, pero que finalmente logró imponerse. En una sociedad
que pretende ser moderna y que quiere caminar en la ruta de la evolución, no se
puede permitir rituales ni costumbres que amenacen con regresar a la humanidad
a tiempos oscurantistas y atrozmente represivos, y mucho menos que se deforme a
la niñez con prejuicios que inciten al odio y a que se marquen diferencias
irreconciliables entre ellos.
Actualmente,
todas las capitales europeas sin excepción, están siendo invadidas por
comunidades musulmanas, las cuales no se limitan a profesar su culto religioso,
lo cual no tendría nada de malo ni peligroso en sí, pero que lamentablemente -como
ya es sabido acerca de quienes profesan estas doctrinas, desde las más
sosegadas hasta las más violentas- tienen la convicción de tener el mandato
divino de convertir a su religión a cuanto mortal se les cruce y que ose vivir
en el mortal pecado de creer en otro dios que no sea el suyo o acaso en
ninguno. Lo peor de todo es que están muy seguros de que pueden imponer sus
prejuicios y costumbres retrógradas estén donde estén, y que sus leyes
religiosas están incluso por encima de las leyes del país que habiten. Llegan,
en muchos casos, a castigar aplicando la tortura y la pena de muerte a cuanta
persona consideren que haya violado su ley divina, con mayor razón si se trata
de mujeres, quienes, según sus absurdos preceptos, si se les tendría que dar un
valor numeral… este sería ‘cero’.
La
voluntad de una mujer, para esto fanáticos, simplemente NO existe, llegando
incluso a permitir el execrable delito de la pedofilia, ya que suelen entregar
por esposas para hombres adultos, a niñas cuyo futuro está marcado por el
maltrato y la humillación desde que nacen. Ya ni qué decir sobre el sombrío
destino de los homosexuales, de los bisexuales y de quienes nacieron con otras
formas de orientación sexual humana que no sea la estrictamente heterosexual,
pues no les queda otra cosa que ocultar sus preferencias de por vida so pena de
padecer los más brutales castigos, llegando en la mayor parte de casos a la
pena de muerte.
Por
si no lo sabían, el plan de los principales líderes de estas sectas, es ir poco
a poco multiplicándose y ocupar –también poco a poco- todas las latitudes y
civilizaciones del mundo; ganando fieles, no importa uno por día, no importa si
en Europa, en América o en el África, y así paulatinamente tener presencia en
todo el planeta. Otro de sus planes es tener también muchos hijos e ir
imponiendo su religión, sus costumbres, sus prejuicios y sus leyes ‘divinas’.
El ejemplo más claro lo podemos ver en Irán, país que, si bien es cierto,
estuvo gobernado por la monarquía corrupta del Sha, hasta 1979 fue muy liberal
y moderno, tanto que incluso habían playas nudistas, lo que para la Sudamérica
de entonces era sencillamente impensable. Hoy, ese pobre país, sufre una de las
dictaduras teocráticas más implacables y represivas del mundo.
Debemos
entonces plantearnos las siguientes interrogantes, ¿Será posible que en Europa
haya cada vez más fanáticos que quieran imponer su religión a cualquier precio,
incluso con su vida? ¿Será posible que todos los avances en cuanto a los
derechos de las mujeres, que tantos sacrificios y horas de lucha costaron, se
vayan perdiendo poco a poco? ¿Será posible que los gobiernos de los diferentes
países democráticos no hayan tomado en serio una amenaza tan grave? ¿No será
tiempo acaso de hacer excepciones a las libertades ideológicas, cuando estás
implican amenazas a las demás libertades como se hizo con el nazismo, por
ejemplo? ¿Vamos a seguir permitiendo que el cáncer del fanatismo vaya poco a
poco ganando terreno y luego, cuando ya la sociedad esté totalmente infectada
no podamos hacer ya nada?
La
libertad es el bien supremo. En muchos países de occidente aún padecemos de
democracias precarias. Es cierto que aún nos falta conquistar más libertades,
pero por nada del mundo debemos permitir que se pierda lo avanzado… de ninguna
manera. Es tiempo de tomar este problema más en serio y hacer algo al respecto.
MAURICIO
ROZAS VALZ