I
Siendo aún adolescente,
gracias a un compañero de salón del colegio, quien hacia finales de la
secundaria se convertiría en uno de los mejores amigos que he tenido en la vida
(amistad que aún conservo a pesar de haber pasado más de treinta años), tuve la
oportunidad de tener contacto con esta maravillosa especie llamada: ‘caballo’.
Mi amigo José Miguel, tenía
una hacienda en las afueras de la ciudad, aproximadamente a 70 Km y 45 minutos
por carretera. Hacia mediados de la década de los ochenta, solía acompañarlo
algunos fines de semana a pagar los jornales a los trabajadores. Fue en esas
circunstancias que conocí a sus caballos, que por entonces tenía cuatro. Me
enseñó con paciencia todo el proceso de ensillado y las técnicas básicas del
jineteo. Me consta el cariño y dedicación con que mi amigo trataba a sus
hermosos animales, quienes eran permanente asistidos por veterinarios ante
cualquier comportamiento extraño; también eran aseados y acicalados con
frecuencia… y siempre se les premiaba con piedras de azúcar y abundante agua
luego de ser cabalgados.
Fue gracias a todo el tiempo
que pasé junto a estos nobles animales, y a la experiencia de desplazarme
montado en ellos por el campo, que logré establecer un vínculo de cariño y
respeto eternos con esta maravillosa especie. Lamentablemente, por equis
circunstancias que no vienen al caso, tuve que mudarme de ciudad y aquel contacto
se perdería para siempre.
El intento por retomar
contacto con esta especie en la capital, fue muy frustrante… además de
decepcionante; pues los criadores capitalinos no se parecían en nada a mi amigo
José Miguel. Lo que encontré fueron muchos celos, vanidades y competencias
entre criadores… y absolutamente ninguna compenetración ni amor ni contacto
físico con sus animales. Encontré un
comercio despiadado entre estirpes y corriente de sangre que incluían:
servicios de monta de machos campeones de raza a precios astronómicos,
servicios de vientre de yeguas para sacarles crías sin ninguna consideración ni
descanso, ventas y sacrificios de crías según nacieran de acuerdo al patrón y demás
formas de maltrato. La decepción fue total; nunca más vi a un criador bañar ni
pasar las rasquetas ni cepillar las crines ni mucho menos premiar con piedras
de azúcar a sus animales… eso, simplemente, nunca más lo volví a ver… fue a
raíz de todo eso que decidí alejarme para siempre de ese frívolo e insensible
mundo.
II
El caballo (equus ferus),
tuvo la desdicha de ser domesticado por el hombre aproximadamente 3,700 años
antes de cristo, en el Asia Central. Desde entonces, este noble animal ha
acompañado al hombre en toda su evolución. No son pocos los hitos que marcaron
la historia de la humanidad en los que el caballo tuvo una participación
determinante, tanto como vehículo de transporte de personas y de carga en
larguísimos e interminables éxodos, como de arrastre de herramientas agrarias…
así como también en la peor de las creaciones humanas desde su existencia como
especie: ‘la guerra’.
Sólo mencionaremos algunos
pocos ejemplos de las miles de batallas en las que el caballo participó
directamente, sufriendo millones de bajas y en similar proporción a las bajas
humanas… y, obviamente, sin ninguna opción a elegir y en situaciones totalmente
ajenas a su propia lucha por la supervivencia:
Los cimerios fueron
nómadas ecuestres que vivieron entre los lagos Mar Caspio y Mar Aral. Alrededor
del siglo XII AC decidieron (se presume que hubo una gran sequía en la zona)
marchar hacia Occidente. Su avance fue catastrófico para las tribus que se les
cruzaron: Sargón, rey de los asirios, murió en batalla enfrentándoles
(luego se dedicaron a saquear toda la Asiria); el legendario Midas, rey
de Frigia, habiendo sido derrotado, se envenenó antes de caer en sus manos;
mataron al rey de Lidia Giges (el inventor del dinero) y prendieron
fuego a su capital, Sardes; arrasaron a los dorios, los que a su vez marcharon
al sur, expulsando a los aqueos de Grecia, ocasionando el colapso de la
civilización micénica y el inicio de la Edad Media de Grecia (que duraría unos
cuatro siglos, hasta Homero). Como se dijo, más que guerras de conquista, los
cimerios emprendían guerras de rapiña y destrucción. Su paso por Europa causó
tan honda impresión, que en lo sucesivo el Tártaro, el lugar adonde van los
muertos, quedó ubicado en el Cáucaso, lugar de donde salieron los cimerios (los
antiguos griegos decían que eran caníbales). No debemos olvidar que los
cimerios fueron excelentes jinetes, que montaban los caballos como nadie en su
época y que esta circunstancia les garantizó el éxito en sus empresas.
Alejandro Magno es
considerado (aunque no unánimemente), como el más grande general de la
historia. Tuvo tres grandes enfrentamientos con los persas: el Gránico, Issos y
Gaugamela. Gaugamela (“cabeza de camello”) fue una batalla librada cerca
de la actual Bagdad, en Irak. El ejército macedonio tenía una gran desventaja
en cuanto a número de efectivos, por lo que la caballería, al mando del mismo
Alejandro, llevaba el peso de la batalla. En Gaugamela, con él al frente, la
caballería griega partió el flanco persa y se dirigió directamente contra
Darío, quien entró en pánico y abandonó a su ejército. Corría el año 331 AC,
Alejandro le dio el tiro de gracia a los aqueménidas (la dinastía que gobernaba
en Persia) y es considerada una genialidad militar.
Marco Licinio Craso fue
el hombre más rico de su tiempo. Había amasado una enorme fortuna gracias a las
guerras entre Sila y Mario; pero sus miras iban más allá: quería descollar en
política y milicia. Así es que, si bien venció a Espartaco, no se le agradeció
como a Pompeyo. Mas como quería ganar fama de gran general, preparó una campaña
contra Persia. Los persas le esperaron en una llanura arenosa en la actual
Turquía, dándose inicio a lo que la Historia conoce como “Batalla de Carras”.
Aquí, usando de los caballos, en oleadas, los arqueros persas fueron minando al
ejército romano (muy mal guiado por Craso). Al final, derrota y muerte de Craso
en el año 53 AC. En esta batalla, la caballería persa llevó la mayor parte de
los elogios.
Tarik o Tareg Benzema,
fue un guerrero musulmán de origen beréber. Los musulmanes montaban un caballo
del norte de África, (“caballo árabe” le llamarían después) que es el ancestro
del actual caballo de Andalucía. La habilidad de los jinetes de Tarik sumado a
la alfanje (o cimitarra), la gigante y elástica espada sarracena, fue
suficiente para vencer en el 711 DC al rey visigodo Rodrigo (Roderic en
gótico), en Andalucía, cerca de Algeciras, y adueñarse de España.
Ya en el siglo XX, fueron
utilizados como instrumentos de carga durante la primera guerra mundial… y en
la segunda, tuvieron su última -y
espantosamente sangrienta- participación
militar, en la anacrónica caballería del ejército polaco, el cual fue
despiadadamente exterminado por los poderosos ‘Panzer’ del ejército nazi.
III
Finalmente, son muchos los
caballos que han acompañado a sus célebres amos a través de la historia: ‘Genitor’
de Julio César, ‘Lazlos’ de Mahoma, ‘Othar’ de Atila, ‘As de Oros’ de Emiliano
Zapata, ‘Palomo’ de Simón Bolívar, ‘Marengo’ de Napoleón y etcétera.
En fin, pobres caballos, en
mala hora para ellos fueron elegidos por el hombre para sus más sangrientos en
innobles fines. La humanidad tiene una deuda impagable con el caballo… especie
a la que le debe mucho a través de toda su evolución y que, lejos de recibir
infinita gratitud… ha recibido mayoritariamente maltratos. El avance de la
tecnología tiene ya mecanismos suficientes para reemplazarlos y retirarlos
definitivamente de la milicia y de cualquier otra actividad que implique
esclavizarlos y maltratarlos. Ya es hora de dejarlos en paz.
MAURICIO ROZAS VALZ
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