Lima, 28 de Marzo de 2013
Señor
Mario Vargas Llosa
De mi consideración.
Me dirijo a usted con todo
respeto y con la mejor intención de llegar a su corazón y que, al menos, de ser
posible, se tome el trabajo de reflexionar y pensar por algunos segundos sobre
este sensible tema. Sí, exactamente del tema
del que se habla mucho últimamente, el de las sangrientas corridas de toros.
Muy probablemente a usted no
le importe, pero somos muchos los peruanos que durante mucho tiempo seguimos su carrera y lo
admiramos y celebramos sus lauros y nos hemos sentido muchas veces orgullosos de usted. No me
parece justo que nos decepcione de esa manera y sobre todo, por algo que ni
siquiera es subjetivo ni se puede incluir dentro del derecho al libre albedrío,
ya que choca con el derecho de otro ser sintiente a no ser maltratado y
usted lo sabe muy bien. Es este el punto más importante, señor Mario Vargas Llosa: la
diferencia entre usted y la gran mayoría de personas que gustan de esta
barbaridad, es abismal; usted es una persona muy culta e inteligente y la mayor
parte de ellos no lo son y a usted le consta.
Usted es un líder de
opinión, un intelectual de corte universal, un Premio Nobel de Literatura; es
decir, tiene usted suficiente cultura e inteligencia para saber muy bien que
los animales que sacrifican ante esa multitud
-de la que usted forma parte-
sufren en exceso. Sabe muy bien que esos pobres seres son mamíferos
superiores con sistema nervioso central; es decir, que el terror y el dolor
físico que sienten es el mismo que usted sentiría al ser acribillado con toda
clase y tamaño de puntas y hojas filudas hasta morir ahogado en su propia
sangre. Usted sabe muy bien que es falso todo ese discurso de la tradición, el
arte y la cultura. Usted sabe muy bien que una tradición es un ritual que se
repite a través del tiempo y eso no la hace buena per se. Sabe también, que
toda manifestación popular es cultura, y que eso tampoco la hace
necesariamente buena ni intocable.
“Qué los toros sufren igual
o peor en los mataderos” Pues si así fuera ¿eso en qué ayuda al toro del ruedo?
Si a usted le fueran a amputar una pierna y al paciente de la habitación vecina
le fueran a amputar las dos ¿disminuiría en algo su dolor? Si a usted lo fueran
a ejecutar fusilado y al señor de la celda vecina lo fueran a quemar vivo
¿Aliviaría en algo su terror a morir fusilado? Usted sabe de lo que hablo; sabe
muy bien que ese argumento no es válido; sabe muy bien que nada justifica que
se haga sufrir tanto a un animal en clara desventaja -y capaz de sentir dolor y
terror- por el puro placer de hacerlo,
eso es lo lamentable, que usted lo sabe, que usted me entiende muy bien… eso es
lo más triste.
“Al que no le gusta, que no
lo vea y listo”. Si tuviera usted un vecino que todos los días agarra a patadas
a sus perros o a sus gatos ¿mudándose o tapándose los oídos lo solucionaría?
¿Dejarían (esos perros y esos gatos) de sufrir porque usted ya no los escucha?
Usted sabe que no es así… eso, usted lo tiene muy claro.
Nadie le pide que se haga
vegetariano, señor Mario Vargas Llosa. Usted también sabe que nada puede justificar el hacer sufrir a un animal de forma tan cruel
y dolorosa como se da en una plaza y solo como entretenimiento. Usted lo sabe. Cuando en su casa se cocina
pavo ¿usted lo compra vivo para
matarlo lentamente con dardos de colores para divertirse? Pues no… sabe usted
que no.
“Que si se acaba la
tauromaquia se extingue el toro de lidia”. Es decir, para que no se extinga una
especie (arbitrariamente escogida por el humano para ser maltratada) ¿debe
seguir siendo maltratada? ¿Qué lógica es esa? Usted sabe que a los toros no se
les puede dar a escoger y que esa conjetura es absurda y, en todo caso, si la
forzamos, lo único de lo que podríamos estar seguros es que ellos no querrían nacer
para ser maltratados ni sufrir tanto dolor, de eso puede usted estar seguro y
repito: usted lo sabe, como también sabe que lo del ‘profundo o infinito amor
al toro’ tampoco es cierto. Nadie podría amar a un ser al que cría expresamente
para matarlo lenta y dolorosamente, eso es imposible… y lo sabe.
Finalmente, se preguntará
por qué me dirijo a usted, que no es empresario taurino ni vive de esto ni
tiene la potestad de abolir nada. Pues le respondo: Muchos defensores de esta
barbarie usan su nombre como argumento en absurdas falacias Ad
Verecundiam; es decir, si
al Premio Nobel de Literatura le gusta, debe tener algo de bueno. Si usted, que es un líder de opinión
(y también lo sabe), no sólo en el Perú, sino a nivel mundial, y milagrosamente recapacitara por algunos segundos y tomara
conciencia de la terrible verdad que se esconde tras esta fiesta sangrienta, y
se decidiera al fin a dar el gran paso de hacer pública su reflexión, no
imagina la repercusión que eso tendría en los corazones y las mentes de
millones de personas en el mundo. No sabe usted qué bien se sentiría con su
conciencia y cómo cambiaría la percepción de millones de personas respecto a
usted y a esta tradición de sangre llamada ‘tauromaquia’.
Quizás perdería la amistad
con el Rey de España y otros amigos (tan crueles, poderosos y ricos como él),
pero se ganaría la gratitud de millones de personas, tanto en su propio país
como en el mundo.
Lo más probable, es que no
me haga caso o mire mi carta de soslayo. Quizás, sólo se limite a intentar
ridiculizarme utilizando todos sus recursos y conocimiento del idioma para
despedazarme. Asumo ese riesgo. Solo le recuerdo que usted nos debe mucho a nosotros, sus millones de lectores. Somos los millones que compramos sus libros y los leemos quienes lo hemos hecho famoso a través de su larga carrera. Espero no sea soberbio y al menos,
estas modestas palabras de un Común Mortal, lo dejen pensando.
Atentamente
MAURICIO ROZAS VALZ