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jueves, 17 de marzo de 2016

SE SIENTE... SE SIENTE...


    


 Mi amiga Esther era una mujer madura y muy poco atractiva. Tenía ya más de cuarenta, y nunca en su vida  -por propia confesión-  había visto un pene y tal cosa tampoco parecía importarle mucho. Las malas lenguas especulaban y aseguraban que era lesbiana… pero eso no era cierto, tampoco era que las mujeres despertasen su deseo. Nunca le interesó el sexo y punto. Lo que más se aproximaba a su orientación se conoce como: ‘asexual’ pero esa etiqueta a ella le fastidiaba mucho, porque decía: a quién carajos le importa…  -y con justa razón-  y en verdad se notaba que era una mujer conforme y feliz con lo que le había tocado por suerte.

     No sé con precisión cuál será el motivo por el que siempre -o casi siempre- suele asociarse el descontento, la disconformidad y la frustración con las formas de los genitales masculinos, pero esto fue lo que le sucedió a mi simpática amiga Esther hace más de diez años: corría el año 2000 y los peruanos nos preparábamos para una segunda vuelta electoral  -fraudulenta a todas luces-  entre Alberto Fujimori y Alejandro Toledo, y a mi amiga Esther le tocó aquella vez ser miembro de mesa por primera vez en su vida.

     Muy obediente y cumplidora del deber como siempre lo fue, estuvo desde muy temprano en su local de votación donde le tocó ser presidente de mesa. Luego de un arduo día de trabajo, siendo casi las diez de la noche, me llamó para contarme su experiencia antropológica, y esto fue lo que me contó: … no sabes qué horrible experiencia, como si no fuese suficiente con soportar los olores de toda la gente que me tocó atender… cuando cerramos la mesa y empezamos el escrutinio vino lo peor: el cholo obtuvo cincuenta y seis votos, el chino cuarenta y uno… y como si todos se hubiesen puesto de acuerdo, hubieron varios dibujos de penes con sus respectivos huevos que sumaron sesenta votos, y finalmente veintitrés votos en blanco. Salvo en las enciclopedias escolares, nunca en mi vida había visto tanto pene junto, y de todos los grosores y tamaños. En mi mesa ganó el pene. Si se presentaba para Presidente, ganaba el pene.


Mauricio Rozas Valz