“Desde
el elevado andén, donde se encuentran sepultados los restos de Andresito, el deslumbrante y rojo
sol del ocaso invernal simula incendiar la inmensidad de la pradera y, en las
grises y oscuras tardes de verano, llueve, llueve mucho y con tanto ímpetu, que parece imposible mirar
con claridad hacia algún lado…”
Se
trataba del diminuto cachorro de una raza de perrito faldero. Sin duda alguna,
la antítesis de la raza que a mí se me
hubiera antojado elegir… Tuve que disimular mi desencanto, ya que se trataba
del nuevo engreído con el que luego de un largo tiempo retornaba a casa mamá.
No
había forma de imaginar, entonces, no sólo que llegaría a quererlo tanto; sino de mi límite personal,
de poder ser capaz de querer de una
forma tal; sin recelos ni límites, sin dudas ni reservas, como al hijo que
nunca tuve –y que con toda probabilidad nunca tendré-.
Se
nos fue en el mes de Abril, a pocos días de cumplir trece años y, en lugar de
iniciar el duro proceso de olvidarlo,
debo admitir que cada día que pasa, simplemente siento que lo extraño un poco más.
Quisiera
poder creer que, atrapado en alguna dimensión espacio-temporal y, alentado
por mi padre, alegre a estas horas juega
con Quique, Iván, Bambino, Paco, Ramona y Pillín.
Existen
indicios para pensar que la información no se pierde en el Universo. Es muy
plausible también, que coexistan universos múltiples (multiversos) propiciados por las infinitas probabilidades
en el colapso de función de onda… Si lo primero es cierto, y el universo no se
desgarra por su –aparentemente- incontenible expansión; si acaso fuera posible una futura contracción y
repetición del ciclo como soñó el genio loco convaleciente en Sils Marié; “El
eterno retorno de todas las cosas” nos tendrá deparada entonces,
la alegría inmensa de un ciclo
inagotable de recurrentes encuentros; porque de algún modo, todo volverá a ser
como alguna vez fue… De comprobarse lo segundo, es muy plausible que haya
universos donde Andresito no ha muerto y se salvó contra toda probabilidad de
esa cuarta -y complicada- intervención y, a lo mejor traveseando en una de esas,
lo atrapa un puente Einstein – Rosen, que le permita el anhelado regreso con
nosotros a este hogar en donde siempre habrá un lugar muy especial para él… Empero, si ambas hipótesis
están erradas, pues volveremos a ser
polvo de estrellas y, finalmente, al
origen primordial al vació cuántico, al
incesante vacío-nacimiento; y nada quedará como testimonio de nuestro efímero paso
por este contradictorio mundo, ni de los
años felices que vivimos juntos…
En
una escena de la película de culto “Jacob´s Ladder”, Louis (Danny Aiello) el
quiropráctico y amigo de Jacob Singer (Tim Robbins) a raíz de las pesadillas y
vivencias que recurrentemente lo atormentaban, sobre todo la de su pequeño hijo
-que muriera atropellado poco antes de su estadía en Vietnam-, citando al filósofo
medieval Meister Eckhart, intenta explicarle que es nuestro miedo a abandonar este
mundo y el renunciar a nuestros afectos y a nuestros apegos, lo único que
verdaderamente arde en el infierno bajo la forma de demonios que -sin piedad-
nos atormentan… pero que si renunciamos a ellos, y si dejamos de resistirnos a
la muerte, esos mismos demonios se tornan en ángeles que nos conducen al cielo… Lo que Meister
Eckhart no sabía -y probablemente no tenía forma de saber- es que “cielo e
infierno” sólo tienen como único y posible escenario a nuestra breve existencia terrenal.
A lo
mejor con el tiempo, y sólo con el tiempo, aceptaré dejar marchar por fin a mi
pequeño… y entonces, sólo entonces, la
dolorosa realidad de su partida transmutará la evocación de su recuerdo hacia la
forma de un ángel de esperanza, gratitud y consuelo…
Eso
será alguna vez… Entretanto -y escuchando- “Years could go by” de “The
devlins”; como todos los días de mi vida, a estas horas lo
recuerdo y un tropel de vivencias irrumpe… desbordando la capacidad de mi memoria… y es entonces que lo siento más que
nunca, (como diría Cortázar): “… presente en todas partes como son las
ausencias…”; porque todavía me parece que de un momento a otro se asomará por debajo de mi cama… porque nunca imaginé que alguien tan
pequeño pudiese ser capaz de generar un vacío tan grande… porque un sueño
recurrente y lúcido me atormenta por las noches… “es mediodía y hay alboroto
por el sonido del motor -que han escuchado mucho antes de llegar yo a casa-,
estaciono, entonces se emociona y pide a mi madre que lo cargue para verme
llegar desde la ventana… lo miro a contraluz y mi corazón se alegra… para
cuando llego a la puerta, ya ha descendido al nivel del suelo, y puedo escuchar
con nitidez su emocionado ladrido ronco de perro más grande, haciendo dúo con
los agudos chillidos de nenita (su hija y amiga)… subo las gradas y corre a esconderse bajo la cama; lo sigo,
asoma apenas su cabeza, ladra y se vuelve a esconder… finjo desinterés y
entonces sale, me vuelvo hacia él y se rinde jugando al muertito… y es cuando lo alzo entre mis brazos, lo elevo por los aires, lo recibo, me mira, lo acaricio
y vívidamente percibo el calorcito de su cuerpo, sus lengüetazos
afectuosos, su olorcito dulzón… y no quisiera volver a despertar…”
Porque
cuando el destino, que suele ser avaro, nos
premia con la presencia de seres que parecen nacidos únicamente para la dicha y
felicidad nuestra; quisiéramos que no se mueran nunca y que vivan con nosotros
para siempre… Pero la única verdad verificable, más allá de estas inútiles
disquisiciones, es que Andresito ya no está ni volverá a estar nunca… y que
desde la penumbra azul de esta tarde de invierno, y desde el umbrío rincón de
esta fría habitación, simplemente no hay
palabras que puedan expresar mi amargura y desconsuelo….
GUSTAVO
ROZAS VALZ (Junio 2014)
…Todas
las rosas son blancas,
tan
blancas como mi pena,
y no
son las rosas blancas,
que
ha nevado sobre ellas.
Antes
tuvieron el iris.
También
sobre el alma nieva.
La
nieve del alma tiene
copos
de besos y escenas
que
se hundieron en la sombra
o en
la luz del que las piensa.
La
nieve cae de las rosas,
pero
la del alma queda,
y la
garra de los años
hace
un sudario con ellas.
¿Se deshelará
la nieve
cuando
la muerte nos lleva?
¿O
después habrá otra nieve
y
otras rosas más perfectas?
…¿Si
el azul es un ensueño,
qué
será de la inocencia?
¿Qué
será del corazón
si
el Amor no tiene flechas?
…¿Si
la muerte es la muerte,
qué será
de los poetas
y de
las cosas dormidas
que
ya nadie las recuerda?
…Hoy
siento en el corazón
un
vago temblor de estrellas
y
todas las rosas son
tan
blancas como mi pena.
(Fragmentos
de ‘Canción Otoñal’, de Federico García Lorca).